Diario de León

| Testimonio | Gelen Fernández |

«El Estado tiene que darnos el derecho a elegir cómo cuidarlos»

Ángeles abraza a su hija durante la visita semanal en la residencia de Huerga de Garaballes

Ángeles abraza a su hija durante la visita semanal en la residencia de Huerga de Garaballes

León

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Ángeles y Gelen, madre e hija, paciente de alzhéimer de 80 años y cuidadora, única cuidadora. Las dos conviven con la enfermedad desde hace tres años, aunque a Ángeles los agujeros negros de la memoria se le abrieron mucho antes, cuando la otra hija -las dos han tenido que afrontar su muerte también en este tiempo- empezó a percatarse de los despistes de su madre. Era el comienzo silencioso de su desaprendizaje imparable. La alarma definitiva la levantó aquel largo paseo. Una mañana Ángeles salió a comprar pan con su monedero en la mano y la encontraron a las tres de la madrugada en La Virgen del Camino con la misma compostura. Lo primero que hizo Gelen fue buscar ayuda y la encontró en la asociación de familiares y amigos de enfermos de alzhéimer. Se lo aconseja a quien pase por su mismo trance, además de hacer una consulta con el geriatra, «sólo tenemos uno en el hospital», advierte. También echó mano de sus recursos para encontrar los servicios muncipales que ofrecen para personas dependientes y consiguió la ayuda a domicilio. Tramitó la minusvalía y adaptó el baño. Durante casi dos años Ángeles acudía al centro de día de la asociación de alzhéimer. «Lo más importante es el viaje emocional que emprendes. Hay un antes y un después del alzhéimer en la relación con mi madre», reconoce Gelen. En este tiempo se ha visto al borde del llanto y de la depresión, «peleándome contra mí misma y contra lo que surgía». Ha sido para ella «una situación de crisis y de maduración», reconoce. Desde el primer momento supo que tarde o temprano su madre necesitaría una residencia por la evolución de la enfermedad y por su soledad como cuidadora. «No había respiro, ni fines de semana, ni vida social...». El pasado verano, por primera vez, consiguió quince días de vacaciones gracias a un programa de la asociación de familiares de alzhéimer de León. Su madre está en lista de espera para una plaza en una residencia pública o concertada desde hace tres años. Pero asegura que nunca la han llamado para ofrecerle alguna de las ocho que solicitó. Así que, dada su situación laboral, que la obligará a viajar, hace dos meses tomó la decisión más difícil de su vida. Ingresó a su madre en una residencia privada en Huerga de Garaballes después de comprobar que el precio -equivalente a la pensión- y la calidad de los servicios garantizaban una buena atención para Ángeles. Con todo, pasó su crisis. «Tenía la sensación de que la había abandonado, pero la verdad es que está encantada». No todo el mundo «puede elegir», reflexiona, tras señalar que «hay mucha gente que con la pensión no pueden costear una residencia. ¿Qué hacen en un caso como el mío con dos horas de ayuda a domicilio? Tener a la persona mal cuidada». Piensa que la nueva ley de la dependencia «ya no me va a solucionar nada, pero defiende que «el Estado tiene que darnos derecho a tenerlos en casa o no, a elegir cómo cuidarlos. Para algo pagamos impuestos durante toda nuestra vida», concluye Gelen.

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