Diario de León

OPINIÓN

El purgatorio de cada día

León

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GENIAL. La colisión de Paul Haggis, el mismo que el año pasado hizo estremecerse a medio mundo con Million Dollar Baby , ha sido la justa vencedora en un año en el que Hollywood ha vuelto a demostrar que tiene la patente del gran cine. Crash es una brillante road movie, de esas que no te dejan pestañear; es tan buena ¡Dios, que buena es! que te quita la respiración y te la devuelve cuando crees que tu cerebro ya no te puede funcionar, te amputa la esperanza y te sacude después con ella, te arrastra hasta tus propias simas para obligarte minutos después a reconciliarte con tu pequeñez de hombre, te muestra que, en realidad, hay pocas certezas a las que agarrarse, y que escarbando en nuestra naturaleza humana podemos encontrar ruindad, pobreza e indigencia moral, pero también coraje y generosidad. Crash es un canto al hombre y a la vida a pesar de todo aún cuando ese todo es por lo general lo único que vemos. Es la vida en directo, pero la de verdad, en un lugar real, con personajes sinceros, tan auténticos que podemos tocarles, oler su desdicha, su miedo, su miseria y sus pequeñas grandezas diarias, y todo eso en menos de las 24 horas que dura un día imaginario. Es la victoria de las zonas grises, las que conforman al hombre expulsado del paraíso, en un fábula en la que Los Angeles sirve de paradójico escenario para mostrar las consecuencias de la incomprensión, la falta de comunicación y el miedo. Paradójico porque los accidentes de tráfico parecen ser la única manera que tienen estos personajes de encontrarse a sí mismos a través de su descubrimiento del otro. Nos conocemos cuando nos miramos en el espejo de los demás. Nada es lo que parece en esta obra maestra presidida por el caos, pero todo parece cuadrar al final para recuperar la armonía y cerrar el círculo de esta historia coral. Es una historia que comienza y termina con muerte, pero que contiene vida a raudales. De todas las historias que cuenta, ninguna como la que crea Matt Dillon, el representante del trash americano, basura blanca enfundada en el uniforme de policía californiano, wasp resentido y racista que sale de cacería, pero también sufriente hijo, obrero paciente del amor filial y, casi al final, heroíco salvador de la vida que parece despreciar. Lo siento por los vaqueros de Ang Lee. Lo siento, pero Brokeback Mountain es un canto a los paraísos perdidos y Crash nos pone delante de manera magistral con los purgatorios de cada día.

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