Diario de León

Sólo algunas de las denunciantes tuvieron «pequeñas dudas» para señalar al reo como su posible agresor sexual

Nueve violadores siguen en la prisión de León el mismo tratamiento rehabilitador que recibió Mayo

El recluso tendrá que volver a comparecer de forma inmediata ante sus supuestas víctimas

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Emiliano Mouzo leónla coruña
León

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Un total de nueve violadores siguen en la prisión leonesa de Mansilla de las Mulas el mismo programa de rehabilitación que siguió Andrés Mayo hasta hace 17 años y que le permitió salir a la calle a los doce años de ingresar en la cárcel, pese a haber sido condenado a 106 años de prisión por cuatro violaciones y siete tentativas. Según fuentes de Instituciones Penitenciarias, en 27 centros penitenciarios de España se está desarrollando este mismo programa de participación voluntaria, al que se han acogido 198 reos. Por un lado, este tratamiento intenta reconducir la conducta del violador, que por lo general no suele admitirse a sí mismo la brutalidad sexual con la que actuó. Por otro lado, se intenta que los violadores acogidos al programa rebusquen en el fondo de su mente los actos que les han conducido a prisión y los motivos que les impulsaron a violar, para relatarlos ante el grupo que acude al programa, lo que origina situaciones extremas en torno a los sentimientos de los reos. Voluntario Incorporarse a estas sesiones, al ser voluntario y no ofrecer beneficios penitenciarios a corto plazo, como puede ser una puesta en libertad real, provoca ansiedad a los reclusos, por lo que es fácil que una parte importante de los que inician el tratamiento lo abandonen a las pocas semanas, afectados por manifiestas convulsiones psicológicas. La primera fase consiste en un acercamiento progresivo al delito. Es la parte más complicada. Realizan una exposición realista y desmenuzada de cada una de las violaciones que cometieron para determinar el ambiente en que se produjeron y los motivos que actuaron como desencadenante. En esta parte se identifican los denominados factores de riesgo, para que, en caso de volver a aparecer, puedan controlarlos o evitarlos. En la segunda fase, el psicólogo pretende poner a los presos en lugar de sus víctimas, a través de sesiones grupales y tareas para la celda. Los responsables del programa constataron durante la puesta en marcha del programa que en las ruedas de explicación de los hechos todos mostraron sorpresa e incredulidad de cómo llegaron hasta el punto de someter a sus víctimas. La actitud de los presos suele ser la de personas en estado de arrepentimiento, con la cabeza orientada hacia el ombligo. La última fase es la de culpabilidad, donde deben asumir que nunca más volverán a cometer una agresión sexual. Andrés Mayo Fernández, conocido como el violador del chándal, y al que se le imputan ocho agresiones sexuales en La Coruña durante los últimos meses, pasó ayer una ronda de reconocimiento ante siete de las ocho mujeres que supuestamente han sido víctimas de sus agresiones, según indicaron fuentes de la investigación. El resultado de esta prueba testifical no trascendió en toda su extensión. Si bien es cierto que fuentes próximas al proceso manifestaron «que algunas de las mujeres admitieron tener pequeñas dudas para señalar a Mayo Fernández como su agresor». Por esta razón -además de que ya estaba dentro de lo previsto en el proceso de investigación- «en breve se procederá a realizar otra comparecencia de Andrés Mayo ante sus supuestas víctimas», subrayaron fuentes judiciales. Preguntadas sobre si se iba a retrasar mucho la nueva presencia del imputado, estas fuentes señalaron «que todo depende de lo que diga la titular del Juzgado de Instrucción número cinco, pero creemos que será inminente». Primero y último Andrés Mayo Fernández llegó sobre las diez de la mañana en un autobús de la Guardia Civil desde la cárcel de Teixeiro, donde se encuentra recluido. Venía acompañado de otros reclusos y fue el último en abandonar el vehículo, acompañado de dos agentes de la Guardia Civil. Venía esposado y vestido de forma elegante aunque informal: un pantalón beige, una camisa azul con rayas blancas por fuera del pantalón y calzaba zapatos marrones. Nada más salir del autobús, el violador del chándal se cubrió la cara con las manos y apuró el paso para alcanzar la puerta de acceso a los calabozos de los juzgados de La Coruña. En estas dependencias permaneció hasta aproximadamente las doce del mediodía, momento en el cual la titular del Juzgado de Instrucción número cinco coruñés ordenó el inicio de la rueda de reconocimiento. Su abogado defensor tan sólo indicó que en ningún momento manifestó que el caso podía dar un giro importante a favor de su defendido: «En este tipo de delitos hay que tener cautela para salvaguardar los intereses de todas las partes», subrayó. Comportamiento extraño Sobre las tres menos veinte de la tarde, Andrés Mayo Fernández abandonaba en primer lugar el recinto judicial para subir al autobús. Otros cuatro reclusos le siguieron y a continuación el vehículo los trasladó al centro penitenciario de Teixeiro. A la hora de la llegada del violador del chándal a los juzgados se encontraba detenido en el área de calabozos un joven que vio a Mayo el primer día que ingresó en Teixeiro, y que comentó: «Lo pusieron solo en una celda. A los presos nos pareció raro ver a una persona tan bien vestida y tan nervioso. No hacía más que dar vueltas por el calabozo, como si se tratase de un león en una jaula», subrayó este preso. Andrés Mayo Fernández negó ayer públicamente que hubiese cometido ninguno de los ocho delitos de agresión sexual que se le atribuyen en La Coruña. El violador del chándal rechazó las imputaciones cuando salía del área destinada a las ruedas de reconocimiento de las dependencias judiciales a la que se sometió ante siete mujeres. Lo hizo tras las preguntas de un periodista de Diario de León, quien intentó que respondiese al por qué de las agresiones. El violador del chándal no hizo ningún comentario ante la primera pregunta, mientras miraba con gesto indiferente al periodista, que volvió a insistir sobre el móvil de los delitos. Mayo contestó con mirada amenazante: «Te juro por Dios y por mi familia que no hice nada». El profesional de este periódico preguntó por tercera vez a Mayo si estaba seguro de su inocencia, a lo que el acusado respondió: «Sí. No hice nada. Lo juro por Dios y por mi familia.» La contestación de Mayo fue rotunda y su mirada, en este caso, fue desafiante. Tras este breve interrogatorio, el violador del chándal bajó la cabeza para ocultar su cara y, acompañado por dos agentes de la Guardia Civil, entró en el autobús del instituto armado, que lo trasladó de nuevo a la prisión de Teixeiro donde se encuentra ingresado desde el pasado sábado día 11. De los ocho delitos de agresión sexual que se le imputan en La Coruña, seis de ellos son en grado de tentativa.

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