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«Nos faltó una palabra de ánimo» El equipo de conducta no trató el caso porque «estaba integrado»

El instituto de La Robla se sintió olvidado por la comunidad escolar al saltar a la opinión pública la agresión a una profesora por un alumno con necesidades educativas especiales

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A. Gaitero - la robla | león
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Un hombre se coloca delante de la fachada del instituto de enseñanza secundaria Ramiro II de La Robla y relata, ante una cámara, la agresión de un alumno a una profesora. Pero no es lo que parece, el hombre es el representante de una asociación de profesores de enseñanza secundaria; no es un docente del centro. Y no cuenta, o no transmite bien, la segunda parte del problema: el agresor es un alumno con necesidades educativas especiales, que ha estado escolarizado durante diez años sin que nunca hubiera protagonizado un episodio semejante. Aquella tarde Aroa, alumna del instituto y consejera escolar, no daba crédito a lo que estaba viendo en la televisión, porque «cualquiera que no conociera el centro, pensaría que ese señor es un profesor nuestro». Al día siguiente, al leer la prensa sintió que el instituto quedaba retratado como «un foco de delincuencia y de violencia escolar» y lamentó que no se explicaran mejor las especiales circunstancias que rodeaban al caso. «Alguien, del centro o de la administración tenía que haber dicho la verdad», señala. Días después, cuando los ánimos ya estaban enfríados y el tema había dejado de ser noticia, en su clase tuvo lugar una tutoría para abordar el problema. «Primero -cuenta- nos pusieron un vídeo en el que insultaban a gente conocida, como Einsten por ser judío... y nos preguntaron en qué se diferenciaban esas personas de nosotros y en qué eramos iguales»; a continuación dieron su versión de lo ocurrido y hablaron de «cómo nos sentíamos: estábamos muy dolidos». También surgió un debate en clase sobre la presencia de quien hasta ahora había sido su compañero en el instituto: «Una parte de la clase creía que nunca debía haber entrado en el centro y así no hubiera ocurrido nada», señala la consejera escolar. Pero otra parte de la clase «defendimos que su presencia ha favorecido la convivencia en el instituto porque tener cerca a una persona especial te hace ser más consciente de lo que significa el respeto a las personas diferentes. Aquí nos dan muchísima caña con el respeto y nunca nadie se metió con él», apostilla. Es de las que creen que la profesora no supo tratarle. En el instituto han vivido con amargura la soledad ante el episodio mediático que parecía echar por tierra todo su trabajo sobre convivencia y mediación escolar. Después de haber sido pioneros en la formación de educadores y alumnos para la mejora de la convivencia en numerosos centros de la comunidad, apenas recibieron llamadas de aliento, con la excepción del viceconsejero de Educación, Fernando Sánchez Pascuala. «Hemos vivido con cierta amargura esa falta de apoyo; que no haya habido una palabra de ánimo», comentan. Convivencia e integración Pasado el choque inicial, la vida en el centro siguió su curso normal. Con un alumno menos, porque el joven finalmente fue escolarizado en un centro especial. «Lo ocurrido no fue un problema de convivencia», apostillan. Lo mismo opina la alumna consejera escolar: «La mediación en este centro ha funcionado cada vez que ha habido un problema gordo, pero con (...) era muy difícil hacer ésto, la mediación no servía». Tampoco creen que el centro hubiera hecho dejación de sus funciones con respecto a la atención al alumno o a la información a la profesora sobre su situación. «Lo que ocurrió era imprevisible», y en esto coinciden con la conclusión sobre el caso de la directora provincial de Educación, Mercedes Fernández, quien sostiene que ni el centro ni la administración son culpables de lo sucedido, como también acusaba el sindicato denunciante. Tampoco el alumno ni la profesora implicados. «A los alumnos con necesidades educativas especiales se les mima y se les cuida y estamos atentos a cualquier cambio para adoptar la medida adecuada», agrega Fernández. Pero lo cierto es que el caso de La Robla, como el de Villadepalos, y otros que no saltan a la prensa, ha despertado el debate sobre la atención a alumnado con necesidades educativas especiales que presenta problemas de conducta que pueden afetar a la convivencia de un centro educativo. «La integración es muy cara, sobre el papel lo aguanta todo, pero la realidad es más compleja», concluye el profesorado. León cuenta con uno de los dos equipos de atención al alumnado con problemas de conducta que existen en la comunidad desde febrero. El rodaje en este tiempo ha sido mínimo, en comparación del centro pionero que funciona en Valladolid, por iniciativa municipal, desde hace dos décadas. León, con tres especialistas atiende además las provincias de Zamora y Salamanca. Funcionan de manera experimental pues aún no existe una normativa oficial que los regule y tienen un protocolo de incorporación de alumnos cuyas conductas desbordan las posibilidades de intervención de los centros educativos. Su misión no es hacer diagnósticos médicos, pero están en permanente contacto con los servicios psquiátricos de León y Ponferrada. El equipo manifestó que en el caso de La Robla no intervino porque «en el centro se estaban haciendo cosas exitosas» con el alumno. «Nos consta que se han hecho esfuerzos de integración y, de hecho, durante diez años el alumno estuvo en el sistema escolar normalizado».

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