«No estoy muerta porque Dios no lo quiere», asegura una estudiante

Seis años después, una nueva promoción de estudiantes universitarios vivió de cerca el terror que sus mayores sintieron en mayo de 2002, cuando una bomba de ETA estalló en el mismo lugar del campus pamplonés. «No estoy muerta porque Dios no lo quiere», comentaba con serenidad una estudiante tinerfeña que se libró de la explosión porque no encontró sitio donde aparcar su coche. La joven había intentado durante una hora dejar su vehículo en el mismo lugar donde se produjo la explosión. No lo logró y movió el coche a una zona situada a unos treinta metros. La explosión le sorprendió en el interior del coche, hablando por teléfono. Aún no se cree lo sucedido y no quiere pensar qué podría haberle ocurrido. El estallido retumbó en las aulas de las facultades, donde estudian más de 10.000 alumnos. Las paredes de los edificios temblaron, algunos cimientos se movieron y muchas cristaleras quedaron reventadas. Los alumnos apenas encontraban palabras para describir lo que habían visto. «Mucho humo, fuego, y susto», resumían la mayoría.