Diario de León

El bosque urbano más antiguo

Es el jardín más antiguo de León. El bosque urbano más bello y sombrío de la ciudad. Tanto que sólo el invierno deja llegar los rayos de luz al suelo. Tiene mucha historia entre sus 220 árboles y arbustos, los más preciados castaños de indias del municipio, los imponentes cedros del Atlas y algunas viejas leyendas.

El Jardín de San Francisco es un bello y sombrío bosque urbano que tiene los ejemplares de castaños de Indias más preciados de todo el municipio y enormes cedros del Atlas introducidos en Europa cuando se creó el jardín.

El Jardín de San Francisco es un bello y sombrío bosque urbano que tiene los ejemplares de castaños de Indias más preciados de todo el municipio y enormes cedros del Atlas introducidos en Europa cuando se creó el jardín.

León

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Era ciudad extramuros. Tanto que cuando los benedictinos cedieron los terrenos, el viejo lugar plagado de historia y leyendas desde los tiempos de los romanos se convirtió en jardín público y campo de experimentación agrícola.

Intuyendo quizá la desamortización, los monjes hicieron más caso al segundo de los mandatos de la regla —ora et labora— y dejaron de rezar para encomendar su futuro a líderes más terrenales aunque, a tenor de los legajos, su trabajo con los munícipes no les dio mucho fruto. A la ciudad, en cambio, sí. Ganó un terreno verde por aquel entonces lejísimos. Hoy, el parque más antiguo de la ciudad es un pulmón rozando el centro.

Cuentan los archivos municipales que era el año 1818 cuando los ‘monjes Benitos’ ceden el terreno al Ayuntamiento y éste a la sociedad Amigos del País, que organizó allí una especie de granja experimental que tenía la calificación de jardín público para no desairar, quizá, a los regidores del cenobio más antiguo de León, un monasterio de gran arraigo social, levantado en el siglo IV en memoria de tres de los hijos de Marcelo, el centurión romano que «en el felicísimo día en que en todo el orbe celebramos solemnemente el cumpleaños de nuestros señores augustos césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores», tal como reza en el texto por el que se abrió causa contra el soldado romano y su familia al completo, convertidos al cristianismo con toda la publicidad que permitía la época, gran escándalo en la Legio Séptima Gémina Pía. Fue así como Marcelo, su mujer Nonia y sus hijos Claudio, Lupercio, Victorio, Facundo, Primitivo, Emeterio, Celedonio, Servando, Germano, Fausto, Jenuario y Marcial fueron decapitados.

Las crónicas locales cuentan que Claudio, Lupercio y Victorico fueron martirizados antes de cumplir uno los 16 años y el mayor con apenas 20. Y que en el lugar donde las venerables piedras, hoy desaparecidas, sirvieron de devoción a los leoneses durante siglos, lloró Nonia. Luego, recorrió desolada el llamado ‘Paseo de Invierno’, que fue de siempre la conexión entre el jardín y el río, durante años representado en el decadente bulevar de Lancia, y dice la leyenda, que no la historia, que en el borde del jardín pidió a Dios que se la tragara la tierra y allí mismo sucedió, donde León llamó el pozo de Santa Nonia, en el solar que hoy es capilla.

El terreno que dio origen al parque que tiene ya casi dos siglos de historia era uno de los bordes del afamado monasterio que ni las huestes de Almanzor pudieron destruir, como protegido por una fuerza sobrenatural, una especie de hechizo que, era cuestión de tiempo, el propio tiempo deshizo.

En cambio, el tiempo ha jugado a favor del parque, convertido en un bosque urbano metido en una verja con tres puertas que encierra algunos de los ejemplares más bellos de la ciudad. Se nota que fue campo de experimentación agrícola. De entonces deben de ser los cedros del Atlas, introducidos en Europa en 1827, los más altos del parque y que pueden llegar a vivir 700 años. Soportan bien las nieves y se han aclimatado a este parque, tal vez el más sombrío de la ciudad y uno de los más bellos, pegando a los juegos infantiles que dan a la antigua Escuela de Comercio o solitarios, en mitad de los triángulos hechos pradera. Pero de sus 220 árboles y arbustos que conviven con las luces y sombras del recinto, los ejemplares más valiosos son los castaños de indias, los mayores que sobreviven en todo el municipio y los más numerosos del parque, que en otoño llenan de pilongas forradas en verde su suelo.

En mitad del parque está ‘castigada’ la fuente de Neptuno, tan monumental que dicen que hacía sombra a la mismísima Catedral. Por eso, y por su temática pagana también, que no gustaría al Cabildo, que la encargó en 1789 y no se sabe si pago, viajó por la ciudad desde la Plaza de Regla hasta la Plaza Mayor y de ahí a los almacenes municipales de donde fue rescatada para vivir su destierro en el jardín que cedieron los benedictinos y al que pusieron nombre del santo de la competencia. El pequeño bosque de León que bien merece un paseo.

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