Rita la cantaora

Ha quedado echada la suerte tras la fallida investidura y todo hace ver que cualquier fortuna estará en manos de «Rita la cantaora» (la fresca esposa del Maestro Armero) porque, convocadas nuevas elecciones, ocho de cada diez españoles a los que preguntas te responden con malhumor o desaire rotundo que el 10 de noviembre «va a votar Rita la cantaora»... ¡pobre mujer!, cuánto trabajo le espera en esa jornada recorriendo la agitada España del talón al moño y del ombligo al culo. A ella, a Rita, tendrán que dirigir especialmente su campaña los partidos, amén de rezarle o cortejarla, porque esa Rita ya canta amenazas: «El vino que tiene Abstención». De ella depende que se repitan los resultados con su mismo embrollo («Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy») o, por el contrario, que salga el sol por Fisterra y haya llanto y crujir de sillones (¿cuánto pelo está dispuesto a dejarse Rivera en su gatera?, ¿30 diputados?, ¿y plañirá después el «santa Rita, Rita, Rita, lo que se dio me lo quitan»?). Partido empatado, prórroga al canto. Ahí vamos. De morros. Y con morro. En esta final definitiva podrían al menos cambiar los delanteros tuercebotas que, como dice el argot deportivo, no fueron capaces de meterle un gol ni al arco iris. Pero el banquillo ni se mueve ni calienta, así que en el césped electoral habrá pa todos y patadas, rutina y vuelta la burra al trigo, trigo verde, verde-verde limón... acidez. Qué país tan cachondo. No es extraño que James Rhodes (¡cómo sonó su piano el viernes en el Auditorio Nacional!) quiera hacerse español a toda costa; sueña con nuestro pasaporte y, si para conseguirlo hay que encadenarse a La Moncloa, lo hará, dice, mientras aquí seguimos renegando en nuestro fatalismo y esperamos que Rita la cantaora acabe por desarreglarlo todo. Pero entre socialistas pichis reinan cuentas de la lechera; Iván Redondo (el arúspice de Sánchez) asegura que con ellos va Rita la encantaora encandilada con sondeos, aunque olvidan que este país miente hasta cuando pide música demoscópica... o cantaores.