Diario de León

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El hecho de que el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, haya disputado a tumba abierta la presidencia nacional de Ciudadanos a Inés Arrimadas, con la consiguiente división del partido entre críticos y continuistas, ha dado pie a especulaciones como la de cuestionar la continuidad del vigente pacto de gobierno en Castilla y León.

De creer a Igea, que había manifestado su voluntad de mantenerse en la vicepresidencia de la Junta, tanto si ganaba como si perdía la apuesta, en lo que a él respecta no debería haber habido lugar a dudas. Y tras su derrota ha vuelto a reafirmarse en esa decisión. Pero es que tampoco cabía dudar si la victoria caía del lado de Arrimadas, que, tras haber unido al PP su suerte electoral en País Vasco y Cataluña, no iba a poner en entredicho ninguno de los pactos territoriales alcanzados en su día con el partido de Pablo Casado.

Así pues, estando ambos contendientes interesados en mantenerlo, el pacto PP-Cs, para gobernar la Junta en realidad nunca ha estado en peligro por la tensa confrontación entre Igea y Arrimadas. Solo lo estaría si la nueva presidenta, resentida por el molesto dolor de cabeza que le causado su rival, pretendiera mandar a galeras al vicepresidente. Pero eso es algo que no cabe contemplar, ya que Arrimadas sabe que una represalia de ese tipo originaría una inmediata escisión en el grupo parlamentario, que sería justo lo que podría dinamitar el pacto con el PP y propiciar una eventual moción de censura del PSOE.

Así las cosas, Alfonso Fernández Mañueco puede respirar tranquilo. En lo que respecta a la coalición que gobierna la Junta, en Ciudadanos nadie esta interesado en alterar el actual statu quo. Y además Igea ya no es hoy aquel personaje tan temido por el PP cuando ambos concertaron su matrimonio de conveniencia. El disfrute conjunto del poder ha limado muchas aristas y los otrora recelosos cónyuges viven hoy casi idilio a veces hasta empalagoso.

Con tal de mantener la presidencia, Mañueco ha pagado gustoso el coste de concederle a Igea el protagonismo y la iniciativa política del gobierno de la comunidad, secundando sus arriesgadas estrategias unilaterales en cuestiones que nunca debieran haberse abordado sin consenso con la oposición. Puede parecer anómalo, y lo es, que el socio minoritario marque la pauta en un gobierno de coalición, y más aún cuando su máxima cabeza visible ha quedado en absoluta minoría dentro su partido. En realidad, es algo contra natura, una distorsión democrática a lo que no tendremos más remedio que resignarnos hasta que no seamos convocados de nuevo a las urnas. Después, vaya usted a saber que sorpresa nos depara la caprichosa aritmética parlamentaria.

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