Diario de León

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Mi mujer está leyendo una novela muy rara de Brian Freeman, sacada de la Biblioteca Pública el día anterior a que comenzase el confinamiento. Y escamante, añadiría. Según lo que me cuenta, trata de una cirujana a la que se le acusa del asesinato de su marido, un columnista negro. Ella es blanca, rubia y de carnes prietas. Por supuesto, niega haberlo hecho. Mi señora debe de ser la única que la cree. Uno ni entra ni sale en la autoría, pero no conozco ningún columnista que se haya asesinado a sí mismo. En fin, mi mujer no lee novela negra… las devora, con apetito propio de Capone. En esto del asesinato es un pozo de sabiduría. Le digo lo mismo que mi padre decía a mi madre: «Veneno que tú me dieras». Eso sí, que no me pase media hora expirando con retortijones, la sugiero. La novela negra no me atrae tanto, sí, en cambio su versión cinematográfica. En estos días, gracias al servicio online de la Biblioteca Pública de León vemos en el ordenador una amplia oferta gratuita de películas clásicas del género, aunque las hay de otros, elaborada con criterios de calidad, aunque sin caer en el elitismo. Disfrutamos de excelentes filmes de difícil acceso, salvo mediante la compra, como El imperio del terror , El cuarto hombre , Voces de muerte , Los amantes de la noche … Una tarde, para darnos un respiro de tantos hampones, sabuesos y malas con buen tipo elegimos un drama, en el que Joan Crawford hace de una abnegada asesina del hacha. Una santa, comparada con la hija.

En mi casa, en esto las películas donde ponemos el ojo ponemos la bala. Y no por erudición, es que el primer libro que regalé a mi mujer fue Diccionario del Cine Negro , de Javier Coma. Luego de verlas, la comentamos mientras hacemos por el pasillo nuestro Minicamino de Santiago. Era eso o cavar un túnel, como en La gran evasión .

Este columnista no se queja, pero añora. Otros lo están pasando mucho peor fuera de sus casas. «Yo echo de menos mis meriendas con George Clooney», dirá mi lectora aficionada a la ciencia ficción. Cuidadín con esos chorros de orujo en el café. Salgamos cinéfilos del confinamiento, no cirróticos. Ánimo y paciencia, volveremos a sacar libros y películas de la Biblioteca, al cine y a Patatas Blas.

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