Diario de León

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A todos les suena el  sursum corda  sin saber qué dice, igual que nos remitimos alguna vez al  maestro armero  para huir de responsabilidades y nadie sabe la dirección. Ese  sursum corda  es expresión latina del prefacio de la misa que literalmente significa  ¡arriba los corazones!,  pero cuando la liturgia orilló al latín mágico que suena a conjuro recitado, se tradujo mal por  levantemos el corazón  (y no es lo mismo uno que cien), contestando al efecto el pueblo feligrés  lo tenemos levantado hacia el Señor , algo que fuera de contexto podría sonarle insolente u obsceno al que pase por allí sin que se le indique qué es exactamente lo que tienen levantado y que algún infiel malicioso podría dar por sugerido.

Y es que el  sursuncorda , la indefinida autoridad, el Tío de Arriba, se invoca mucho en esta pandemia; generalmente, para cagarse en su autoridad y no hacerle caso, como  Trump  a sus científicos y  Bolsonaro  a sus ministros. La España cañí, reburdiona y derechí, por ejemplo, eligió desde el principio su sursuncorda y le saluda cada día enfilándole tieso el dedo corazón con una peineta de artillero; es  Fernando Simón , la voz técnica del gabinete, la única del cotarro vírico oficial que parece sonar sin titubeos, sincera, con severa autoridad en la materia y tranquilizando en lo que cabe, apagando pánicos. Pero desde el principio vistieron al buen Simón de socialista (peor, de puto comunista, que lo parece llevando solo jerseys) y lo pusieron de diana en la caseta del pimpampún «por mensajero»... y por su voz solvente con look entrañable de profe visionario... y de alguien infectado que regresó de la orilla del río de los muertos, lo que enfurece aún más al viejo odiador analógico y al joven  hater  digital. Cualquiera se habría roto, dimitiría y nos mandaría a la mierda. ¿Y no? Simón es de otra guerra, otro estilo. Que lo diga  La Pirroquia , aquella canción de corro:  La otra tarde en la función, cuando el cura predicaba, toda la gente lloraba menos el pobre Simón. ¿Por qué no lloras, Simón?, le pregunta la tiá Eustoquia. Yo no soy de la pirroquia... y los que lloran lo son .

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