Diario de León

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La soberana justicia dará la razón a quien en ley la tenga, ahora y en futuros procesos. Lo que no evita que, vistas las declaraciones de esta semana, asalten desvelos no por esperados menos inquietantes. La interminable agonía de las cajas de ahorro, esas que financieramente no, pero existencialmente siguen enraizadas en el ADN de miles de ahorradores leoneses, muestra la punta del iceberg de un gran saco de.... circunstancias. Hasta ahora silenciadas, injustificablemente censuradas, ocultas, por nadie reclamadas.

La largamente perseguida, varias veces frustrada y al fin a destiempo conseguida fusión de Caja España y Caja Duero en 2010 ni mucho menos alumbró en anhelado músculo financiero de Castilla y León. El lastre de la entidad de Salamanca arrastró al negocio leonés, debilitado también por el mangoneo político y un modelo que se iba a pique. Se trasladó a la nueva entidad la debacle financiera, pero nunca se integró ni se entregó el enorme patrimonio del grupo Duero. La deriva de la marca España no fue capaz de exigirla. Que la mano de Unicaja se extendiera ya por los despachos del desaguisado autonómico no es excusa para el despropósito. Decenas de cajas nacionales llevaron a cabo similares procesos, sin que se conozca ninguno tan burdamente perpetrado.

La crisis y la intervención pública de las entidades fue un caldo de cultivo ideal para las artimañas, pero nada justifica que durante los últimos diez años nadie, absolutamente nadie de las instituciones, comisiones y demás lugares donde sentarse a debatir previo cobro de sustanciosa comisión, ejerciese su deber de control de un patrimonio cuya multimillonaria valoración es el menor de sus valores. Se adivinan tantas responsabilidades por exigir que sólo se percibe el vértigo de que quizá ninguna se rinda.

Tampoco la de quienes escriben la andadura judicial con V de vendetta. Muchos saltaron raudos al floreciente negocio del futuro sacudiéndose las sandalias, sin sospechar que iban a ser sacudidos a escobazos. El sistema no paga a traidores. Volvieron al barco a la deriva y ahora, con los plazos vencidos, se exhiben argumentos largamente silenciados.

Los líderes locales sólo argumentan enorme desconocimiento del asunto. ¿Seguirá esta tierra despoblándose, humana y materialmente, en medio de esta inadmisible indolencia?

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