EDITORIAL | Colas que pone en claro la gravedad de la emergencia social que se avecina

Cada vez son más las voces que achacan mucha inconsciencia ciudadana sobre el coronavirus a que se privó de un conocimiento adecuado de lo que estaba ocurriendo en las semanas en las que más arreciaba la pandemia. La falta de sensibilidad en amplios sectores de la ciudadanía se debe, aseguran, entre otros factores a que no se ha percibido la verdadera realidad que se vivió en los hospitales y en los cementerios. Ahora asoman cada día, con mayor claridad en las estadísticas, los datos de la devastación económica que está generando esta segunda pandemia que se ceba con las familias y con el empleo, y que exhibe imágenes rotundas sobre la auténtica emergencia social que tenemos que afrontar. Las colas que se registraron ayer en diferentes edificios de la administración, en busca de una ventanilla única, ponen a las claras que se trata de un conflicto para un número elevadísimo de personas, que se ven obligadas a esperar pacientemente su turno para solicitar unas ayudas que les permitan salir adelante. Son ciudadanos, familias enteras, que han visto truncadas sus vidas en unas pocas semanas y a las que el panorama se les presenta lleno de nubarrones, porque no parece que en España se esté dando la importancia real a esta catástrofe. De nuevo resulta que todo se centra en maquillar y minimizar los impactos. Roza el insulto escuchar y leer a quienes siguen a lo suyo sin darse cuenta de que de nuevo estamos en el suelo —incluso peor que en 2008— sin salidas a la vista más allá de unas ayudas europeas que curarán las cuentas públicas pero no aportarán vías de salvación para que el país vuelva a generar empleo a sus ciudadanos.

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