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Cómo andará la cosa para que las administraciones públicas hayan decidido adoptar el lenguaje de los títulos de las películas de sobremesa para enmarcar sus estrategias. La operación salvar la Navidad se vende ahora en los telediarios con la frugalidad con la que se escoge después del Tiempo de Brasero entre el drama en el que, tras años de vivir fuera, una guapa chica de provincias retorna a casa para encontrarse con que su familia está arruinada por el cierre de su negocio o la de suspense en la que, después de una vida de éxito, un doctor jubilado tiene que librarse de la venganza de los deudos de un paciente que falleció por una extraña negligencia médica que, en un giro inesperado, se descubre que no era tal. La dialéctica de estos enredos, prescritos con profusión en las clínicas del sueño como opiáceos para la hora de la siesta, envuelve ahora la discusión sobre cómo resolver el riesgo de que, al final, el culpable involuntario de la muerte puede que se siente a la misma mesa por Nochebuena. No se trata de hacer spoiler, como explican ahora los guajes para resumir en un término lo que toda la vida se expresó como reventar la historia. Basta con mirar el listado de las 1.342 esquelas sólo en esta provincia que se apuntan bajo la cenefa negra del coronavirus desde mediados del pasado mes de marzo.

Pero el cuento navideño de la política de decisiones a salto de mata entretiene los planes, mientras se hurtan las ayudas a los sectores a los que se obliga a cerrar. La mesa de debate del Gobierno con las comunidades autónomas se monta con la duda de si deben juntarse más o menos de 10 personas, si hay que restar a los niños y multiplicar por dos a los abuelos para el cómputo global, si no se tienen que descorchar tres burbujas familiares al mismo tiempo que las botellas de Freixenet o si, en el colmo del tirabuzón del rizo, se tiene que recurrir a la Real Academia de la Lengua para que redefina el significado de allegado con el objetivo de que al final entren en casa todos los que llegan. El ruido esconde la falta de decisión de unos poderes públicos que se abonan a la reclamación del mérito de las medidas cuando la curva desciende, como ahora, pero que volverán a enfocar el paredón hacia la responsabilidad ciudadana si, pasadas las fiestas, la tercera ola nos sume en una resaca interminable por la cuesta de enero hacia arriba. Salvar la Navidad. Esta peli ya la hemos visto.

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