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Pocos acontecimientos históricos demuestran tanta plasticidad en su interpretación como el de la revuelta de los comuneros de la Corona de Castilla contra las políticas del nuevo rey Carlos I a comienzos del siglo XVI, acontecimientos de los que este año se celebra el quinto centenario.

Desde la derrota de Bravo, Padilla y Maldonado, el acontecimiento ha sufrido diferentes interpretaciones, ha sido bandera de distintas corrientes políticas, ensalzado por unos y demonizado por otros durante estos quinientos años. Se ha convertido en un símbolo cuya evolución tiene su propia historia, una historia que a menudo es tan rica como los acontecimientos del propio suceso en sí mismo.

La actual iniciativa de la Comunidad Autónoma de Castilla y León en las celebraciones de este año viene a demostrar el éxito de una de estas interpretaciones: la que la sitúa en el ámbito concreto de una reivindicación territorial en torno a una región de nueve (u once) provincias alrededor de la cuenca del Duero. Una reivindicación con tradición desde comienzos del siglo XX, sobre todo en el contexto del Regeneracionismo, y que se materializa con el éxito, durante el proceso autonómico, del proyecto de la actual comunidad de Castilla y León. La nueva autonomía venía a abrazar una visión, generalmente defendida por el castellanismo, de que los comuneros habían defendido los intereses de Castilla (con toda la ambigüedad que este término alberga en su seno) frente a un poder extranjero y opresor. Fue la conocida oposición leonesa a este proyecto territorial la que excluyó el interés en esta provincia hacia un símbolo que en otros tiempos estuvo asociado a otros proyectos políticos.

Sin embargo, no siempre existió esta oposición. Durante los primeros años del siglo XIX, la celebración de la derrota de Villalar tuvo otras connotaciones. Los liberales de aquellos tiempos ensalzaron la figura de los comuneros como mártires de la libertad en un ejercicio de crear un mito para una nueva idea de España como nación política opuesta al absolutismo real que se quería combatir. Esta visión tendrá su colofón durante el llamado Trienio Liberal (1820-1823), momento en el que coincide, precisamente durante 1821, el tercer centenario de los acontecimientos.

Unos de los protagonistas en aquellas celebraciones fueron los miembros de la Milicia Nacional, cuerpos locales armados para la defensa del orden constitucional que, desde muchos lugares de España, incluidas las tierras leonesas, manifestaron su intención de acudir a Villalar el 23 de abril de 1821 a homenajear a aquellos «caídos por la libertad». Así, en el Diario de Cortes del 13 de abril de 1821 el diputado González Allende manifestaba su inquietud porque quedaran las ciudades desprotegidas si la Milicia acudía en pleno a Villalar, añadiendo que «siempre me parecerá peligrosa la reunión de tantos hombres armados de diferentes provincias. Asistirán sin duda de Salamanca, Zamora, Toro, Valladolid, Segovia, León y otras; y, aunque no hallo yo un espíritu opuesto entre estas provincias, sin embargo, la experiencia me ha enseñado que cuando se reúnen en un punto multitud de gentes a estas y otras funciones semejantes, suelen acalorarse las cabezas en medio del regocijo, porque se hace algún exceso (…) terminando por lo regular estas concurrencias en muertes y otras desgracias».

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