Diario de León

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Algunos no tenemos más viejo reino del que proceder que un puñado de canciones, películas y libros. No me quejo de mi origen, allí habitan mis héroes artísticos. Hoy voy a escribirles sobre uno de ellos: el cantante, compositor y actor texano Kris Kristofferson. Acaba de anunciar que se retira de los escenarios, a los 84 años. Si cierro los ojos puedo verme en mi adolescencia fascinado al escuchar por primera vez su balada Help me make it through the night (Ayúdame a pasar la noche). Fue algo así como nacer de nuevo.

Desde entonces, sus canciones me han acompañado, como un gorrión invisible posado en mi hombro. Hijo de un general de los Estados Unidos, alumno brillante, obtuvo una beca Rhodes y cursó estudios en Oxford. Poseía aptitudes para el barroquismo literario, pero anhelaba el misterio del verso sencillo que te golpea como el derechazo de una verdad contundente. Y este estudioso de William Blake lo logró.

Hace años, en días tristes de los no quiero acordarme, mi mujer se enteró de que iba a dar un concierto en Bélgica y —sin decirme nada— compró en Internet dos entradas para el mismo. Aquella tarde, pues, Kris cantó para mí. Como un par de años después, lo haría Willie Nelson, otro origen. Ahora, anuncia que lo deja ya, aunque es posible que publique algo. Me entristece, pero lo comprendo. No todas las retiradas conllevan huida. Me atrevo a pedirle desde aquí que nos regalé otra gran balada, una de las grandes, como aquella con la que le descubrí y me redescubrí. Es lo mismo que muchos también le pedimos a Woody Allen y a Eastwood, que se despidan con otra gran película. Y si no sale, tampoco pasa nada. Gracias por las que sí lo fueron.

Las canciones que amas nunca las escuchas dos veces de la misma forma, por eso no te cansan. Durante mucho tiempo no conocí a nadie que compartiese tal admiración, salvo mis hermanos y algún amigo extranjero. Ya en León, descubrí que Jaime Quindós padre la compartía, e intercambiamos baladas de Kristofferson.

Ah, mi viejo y querido reino de los héroes artísticos. Puedo abandonarlo un tiempo, pero siempre regreso. Mis raíces espirituales están en ese lugar que no viene en los mapas. Canciones, películas y libros. Son mi origen y me explican.

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