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Tomo el título del poemario  Gran Sur,  en el que Toño Benavides engulle el cinturón obrero de Madrid para devolvernos poesía y belleza.  Cantan como si mañana/fuera posible,  dice uno de sus versos, que recuerda al de Lope:  Mañana y nunca mañanamos,  y lo siento de la misma manera que ocurre en este gran Oeste, el cada vez más vasto territorio en el que el desahucio no lo propiciarán ya los valles anegados sino la desidia.

Manzaneda. Cien habitantes y una decena de niños a los que la señora Lucas niega la seguridad para acudir al colegio. «No hay sitio para que pase el autobús; el arcén es muy estrecho: la responsabilidad es de la Diputación», dice para enmascar su (ir)responsabilidad de fría burócrata sin entrañas. Y, mientras,  vuelve a caducar el futuro . El futuro nos llega revenido en cada esquina; en cada esquina que cruzamos, el felpudo desempolva 2.400 empleos perdidos... cada tres meses... y así cada tres meses, con 5.000 habitantes menos y 4.000 parados más, los habitantes del gran Oeste continúan en un bucle en el que el victimismo desemboca en desaliento.

5.000 habitantes menos, 4.000 parados más, 2.400 empleos perdidos y nueve niños a los que nadie quiere llevar a la escuela. Y aún hay algunos que dicen que el pescado es caro, que los aerogeneradores y las placas solares son el próximo maná y que la reivindicación de la autonomía no es una simple lucha por la supervivencia.

Con la negativa a poner un microbús, la consejera de Educación hace una advertencia: los colegios se cerrarán, como ya han hecho los consultorios y en poco tiempo, los pueblos serán pasto de esta nueva ordenación del territorio que solo busca arrasar la conciencia para comprar las juntas vecinales a precio de saldo.

Y ahora, que vuelvan Enrique y Xosepe a decir que están indignados, y la patronal bronceada, como calificó a la otra pata del Diálogo Asocial Álvaro Caballero. Aquí se juega, señores, dicen cuando cogen el sobre con el que disipan su vergüenza.

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