Diario de León

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La espesa niebla con la que Pedro Sánchez busca disimular sus manejos con los separatistas en la denominada Mesa de Diálogo ha vuelto a disiparse. Quien fuera su todopoderoso jefe de Gabinete, Iván Redondo, ha soplado en La Sexta la apuesta del presidente por reformar la Constitución: adaptar el modelo territorial para satisfacer a sus socios y, de paso, borrar de la Carta Magna la mención explícita a don Juan Carlos I. Naturalmente, la bomba lanzada por el ex gurú ha escaldado a La Moncloa.

A pesar de la falta de transparencia de la que se rodea el equipo del presidente, hace tiempo que implícitamente se viene ratificando ese programa ahora destripado. Eso sí, siempre se añade, a modo de cinturón de seguridad, que la estación final incluirá un referéndum en toda España. Y, desde luego, no se contempla hasta una nueva legislatura. De ahí que los asesores monclovitas se rasguen las vestiduras tras las palabras de su antiguo jefe y consideren que es muy precipitado el anuncio. En realidad, se trata a todas luces de un traje a medida para el secesionismo catalán.

Lo destapado por Redondo sería la traca final del foro de negociación para el futuro de Cataluña. De ahí que a Sánchez le guste tanto hablar de un proceso a largo plazo. El líder socialista tiene necesidad de mantener en el tiempo la doctrina del «reencuentro» para armar su relato de «pacificador» y atar a ERC, su socio preferente. Además, la Mesa de Diálogo es una excelente forma de engrasar la entente entre el Gobierno y la Generalitat.

Con todo, reformar la Constitución como fórmula de pago del apoyo de quienes llegaron a desbordarla con un golpe contra nuestro orden constitucional supone una peligrosa irresponsabilidad. Mina el Estado de Derecho. La otra opción para Sánchez es ir ya a unas elecciones generales. Y esa es su peor pesadilla. Normal. Sabe bien, según pintan ahora los sondeos, que supondrían su despedida definitiva de la escena política nacional.

Es grave, sí, pero a Sánchez solo le queda el camino que da la puntilla al «régimen del 78». Su trayectoria de vaivenes de opinión y camaleonismo para lograr sus fines no permiten confiar en que jamás traspasaría ese Rubicón. Aún más, el PSOE sanchista ha demostrado de sobra, yendo de la mano de Podemos y sus aliados independentistas, con Bildu como una de sus patas, avanzar hacia la voladura de las bases de la Transición. Está en juego el sistema de libertades y bienestar de los últimos 40 años.

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