Diario de León

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Ya pasaron los días del terco Halloween en los que se instruye a los niños en el  ¿truco o trato?  para que alguno no se asuste después si le vienen con un  ¿susto o muerte? , como ese pobre crío riojano al que un tarado de extrema vileza asesinó llevándoselo a su casa con engaños y quizá creyendo que pudiera tratarse de una cría al ir disfrazado el chaval de Niña de El Exorcista. Le asfixió, le bebió la vida. Y al sacudirnos la noticia brilló en el corazón de muchos un puñal de justicia para darle a ese tipo depravado la única muerte cruel y expeditiva que está pidiendo a gritos tras demostrar reiteradamente que este mundo no es su sitio y que tampoco es necesario premiarle con una pensión carcelaria de la que saldría el doble de tarado. Dirán que no es correcto ni humano pensar así donde ha sido abolida la pena de muerte y aún más la justicia por la mano, pero quien se ponga en la piel de los padres de esa criatura sólo desearía echarse a la cara a ese pervertido y mirarle a los ojos mientras prolonga los mismos estertores y pánico que sin duda sufrió ese niño antes de morir asesinado. Además, no hay biblia, corán o ley antigua que no absuelva el ojo por ojo... o el hijo por hijo, como acogiéndose a la quinta enmienda de un dios que castiga donde la ley se apiada.

Este colonizador Halloween que exalta lo tétrico para burlarse de la muerte y morirse de risa invita también a la propia Muerte a disfrazarse de tarado y no hallará mejor marco para blandir su guadaña, como anteayer en un tren japonés lo hizo con cuchillo y gasofa para incendiar el vagón un joven que, según confesó, buscaba su pena de muerte vestido de Joker y apuñalando pasajeros a mansalva que creían se trataba de una jocosa mascarada, pues también en Japón hace furor este remedo americano, este gran negocio creciente de un otro carnaval donde manda lo siniestro, el miedo de pega, la ultratumba, los infiernos, el abracadabra... con una orden taxativa que el pueblo acata:  Muérete de risa . Y alguno va y se muere... porque lo mata otro que también se muere de la risa con la Ley.

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