Diario de León

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Ha sido todo un hito histórico en nuestra dignidad, comentaba un bichón maltés a un gato cartujo; de perro a gato te lo digo: al fin España nos considera entes sintientes y sujetos de derechos, no sólo objetos de desecho... anótalo, gato: un pequeño paso para el legislador, pero un paso gigante para lo perruno y gatuno que en tu caso es como si volvieran a ponerte las botas de siete leguas que te calzó Charles Perrault en 1695... ¿y eso qué quiere decir?, le preguntó el gato... pues ser considerado como uno más de la familia en los divorcios y en pleitos por los despojos o la patria potestad, o sea, ser pariente y pillar cosa en ese espacio... pues en ese caso, concluyó el cartujo, no sé si será mejor eso o el «virgencita-virgencita», porque la violencia entre parientes puede no haberla peor.

El gato cartujo (no lo hay más bello en el planeta con su espeso sedón bajo pelo gris naval y sus ojos encendidos en color naranja brujo) es tranquilo y reservón como ningún otro por haber sido raza pulida en el monasterio de Chartreuse entre frailes de vida calmosa y sin ruidos o alarmas, como moviéndose entre gregorianos y susurros; y susurrando le preguntó al bichón para precisar el concepto: ¿seremos parientes como un hijo, como un sobrino o como un cuñao?, ¿en cual de estos rangos andamos?... ¿y de qué nos sirve tener derechos si no tenemos sindicato, abogado o concejala?... ¿cómo le explica un dogo argentino al guardia del parque que su dueño le pone dogal corredizo y además con púas por dentro?... ¿cuánto tardarán en crear la necesaria Oficina del Defensor del Pueblo Mascoto?, ¿y un ministerio específico?, ¿y una rebelión en las granjas?...

El gato cartujo es algo ácrata y no acata más poder que el de la errática Providencia, herencia de su origen monacal, así que teme mucho las burocracias que vendrán por darle «papeles» a las mascotas... y cree con Fernado Savater que los animales no tienen derechos ni obligaciones, sino que son los seres humanos quienes tienen obligaciones para con los animales .

De gato a perro: será un lío cebollón.

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