Diario de León

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H acia el 13 van diez burras cargadas de cien promesas; benditos los cazurrillos que crean que van de veras ... canta esto con su mandolina napolitana el bardo Aduardo Patopardo en lo bajo del pinar de La Candamia orillándose del ruido de esta campaña electoral en la que, dice, se hace muy difícil o imposible encontrar rima, metro, palabra o candil. Atiende a este melódico lamento mirándole compasivo su perro Tartarín de Tarascón, un bodeguero andaluz de inquieta estampa y capaz de mover el rabo cuando está sentado sobre él haciéndolo lenguaje y que no entiende ni papa de lo que canta su socio Patopardo, pero le acompaña en el sentimiento en otro alarde de inexplicable lealtad perruna. Estas tardes de febrerico el corto con sol de pedrada limpia las pasa a menudo Aduardo en estas afueras de la capital que son pura orilla de la Sobarriba vaciada y por vaciar, aunque Jesús Calleja siga poblándola a ratos en Golpejar. Dice el bardo que de lejos la ciudad se entiende mejor. De cerca o dentro atraganta y ofusca comerla a bocaos.

Creía Sócrates que lo del bardo era alguna calentura literaria hasta que ayer le forzamos a un paseo por ese alfoz al ir soleada la tarde y pintiparada para echarla a perros bien a gusto. Nos hicimos los encontradizos con el bardo sabiendo en qué banzos o sombras estaría contemplativo, quizá anotando algo en una libreta de canto colorao que nunca apea o dándole a la púa en su napolitana, que por cierto es una joya histórica heredada del maestro Odón Alonso y fabricada en Sorrento en 1883 (si alguien se la toca, ahí mismo lo mata).

Le saludó Otavito: ¿qué?, ¿huyendo de campañas?... El bardo reburdió: ¡y de compañones y acompañantes!, lo que era, dicho en lindo, un iros a tomar pol culo, jadmenpaz. Gran corte; hubo mutis por el foro. Lo siento, aclaró Otavito, seguro que está centrado en escribir coplas; le ha contratado la  Disputación  para bolos de verano llenando el vacío vaciado de algún pueblo con galas de juglar de bromas, quejumbre y raigambre leonesa, velo ahí... con un bardo y un pendón se hallará la solución.

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