Diario de León

Creado:

Actualizado:

Hacia la inteligencia artificial todo parecen sendas deslumbrantes y horizontes ya tan inmediatos, que casi los tocamos con los labios o con la minga dominga todo aquel que busque utilizar esa inteligencia para fornicar más o joder todo lo que se le ponga a tiro, horizontes que son de pasado mañana por la mañanita. Algunos son inquietantes y no pocos se nos hacen temibles, claro que sí, pero vienen también cargados de maravillas, esperanzas o soluciones al ser una inteligencia que derrota a los maestros de ajedrez, que escribe novelas sin que el suspense decaiga en cada página, que compone música (5.000 corales al estilo de Bach en tan sólo una hora, me confirma Igor Escudero)... o que agarrando al big data por los testículos es capaz de fijarte un algorritmo como un carril metálico del que ya jamás podrás salir porque ya tienen bien claro en los rastros que has ido dejando en los últimos años cuáles son sus gustos, tus consumos habituales, tus inclinaciones políticas, tus chistes preferidos, tus tallas de calzoncillos o bragas y, más que nada, tus saldos o las cifras que te agobian, que por ahí es por donde todos nos rilamos patas abajo... y nos rendimos.

Andoni Luis Aduriz, maestrazo cocinero donde los haya, ya reconoce lo evidente, que «llegará un momento en que un ‘software’ será capaz de crear platos y no sabremos si aplaudir o abatirnos ante otra tradición cultural que se nos escapa». Pues abatámonos por no ser ya los más listos de la Creación, pero aplaudamos que una inteligencia superior pueda alzarse como la norma más justa, el laudo en los conflictos o reina de lo ecuánime. Soñemos con esa inteligencia artificial y superior que debería gobernar acatada por todos haciendo innecesaria la clase política y hasta la burocracia, innecesarias también las estrellas en el espectáculo o el deporte, los intermediarios en la alimentación, los tontos en los campanarios, las mentiras en los medios, los zapadores en el dinero o los vagos en la ola, aunque los listos artificiales nunca dejarán de estar entre nosotros, igual que los pobres que nos decretó el Evangelio.

tracking