Diario de León

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No nos perdonamos el no haberle despedido hace hoy una semana, yéndose él sin alboroto como si hiciera del morir otra de sus sorpresivas y sutiles bromas de carapalo, cara escrita en surcos y alargada que le dibujó un Greco y quizá repintó un Modigliani socarrón, así que adivinarle la coña bendita que siempre le latía bajo una aparente y severa formalidad sólo estaba al alcance de quien le conoció y trató, o sea, de medio León y todo su derredor, empezando por el Villaobispo entero y las Regueras todas hasta los Villacalambres... y más allá.

Rogelio «Luisón» se hizo institución haciendo de su sitio parada de atar la burra, un lugar de esos cuyas paredes abrigan y abrazan y que aquí nació en tienda-cantina para acabar en plaza de citarse donde nunca se dejó de despachar la sed y el hambre con llaneza pasiana desde la popular cocina de chapa a la cháchara de chimenea, desde el pote viejo a la tarde de cobertizo o partida de cartas en el bar, desde la charla con tratante trampero a la sobrecena de lustre con Pereira y Crémer tertuliando. Y en medio de todo ello, Rogelio yendo y viniendo, aliviando las impaciencias con su Lógica ilógica, llevándolo bien entre la gente de toda condición, edad o clase que poblaba sus mesas, sin olvidar al militante de merendola o al contubernio rojete que en los 70 mataba aquí a Franco despiezando una tortilla y unas raspas de cecina, así que las paredes de este Luisón guardan muchas palabras clave de la historia política de León del último medio siglo, por no hablar de otros negocios y enredos; aunque tranquilícense el Punteras o el Atropos, nunca hubieran hablado esos muros por boca de un Rogelio que los convirtió en «establecimiento de confianza»... ¡y cuánta historia no habrá pasado ante sus ojos haciéndose libro en él!... Nos alivió saber que la muerte le visitó sin atreverse a despertarle como si Rogelio la burlara en un último quiebro embromado. Pero nos apena infinito que Loini y sus hijos Mercedes y Manuel hayan de medir ahora el inmenso hueco que deja. Quede viva en ellos su memoria. Y su aire sereno.

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