Diario de León

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Camino de los 45 años desde las primeras elecciones generales tras la muerte de Franco (junio de 1977) parece que los partidos —al margen de los dos grandes y pocos territorialistas— se empeñan en mimetizarse con la descripción de la vida: nacen, crecen, se reproducen-dividen, y mueren.

Como bien dijo Trapiello hace unos días, los de la izquierda se han resumido en un Puedo en apenas un lustro cuando iban a asaltar el cielo, o al menos a volar por encima del PSOE. Algo parecido ocurrió con los centristas naranjas, lo que tampoco es novedad en esa parte del espectro. Buena prueba es que en Castilla y León se han quedado ya en un Ciudadano. Así, sin ese. Y sólo por Valladolid, como esos morados en los que el leonés Pablo Fernández optó por emigrar al Pisuerga para garantizar el que a la postre, dijese lo que dijese Tezanos, fue el único escaño de Podemos.

Unos y otros vuelven a reincidir en lo mismo. Ese centro que siempre parece que va a hacer algo y acaba como los equipos de fútbol que salen a empatar. Y qué decir de esa izquierda que vuelve a ceñirse en volumen de votos a lo que en su día fue el PCE o Izquierda Unida, aunque de momento habrá que esperar a que las urnas pongan las cosas en su sitio. Los ciclos electorales de cuatro años se hacen demasiado largos y provocan una sobrerrepresentación en el poder como la que arrastraba Ciudadanos en Madrid o Castilla y León hasta sus últimas elecciones.

Ahora, la presumible cresta de la ola le toca a Vox. Los verdes parecen aupados al cielo, aunque es posible y probable que sigan la ruta de sus predecesores. Cierto es que nunca había existido un partido por ese carril, en contra de lo vivido por morados o naranjas, pero a las formaciones basadas en populismos, cargadas de oportunistas y con un nulo bagaje de gestión, la cruda realidad se les suele atragantar, como ya se aventura que les ocurre en Castilla y León a la hora de atinar con los consejeros asignados por su cuota de poder.

La zona de confort de ser oposición es mucho más cómoda y suele animar al alza las cosas. Sobre todo a los que viven de la demagogia. Por aquí ya se sabe lo ocurrido con formaciones como UPL, que cada vez que toca poder vuelve a hundirse en los recuentos de votos.

Lo curioso es que a estas alturas parece que añoremos lo que tanto nos animaron a denigrar: el bipartidismo.

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