Diario de León

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Cuando alguien gana un proceso electoral con el 99% de los votos sólo pueden hacerse dos cosas: santiguarse exclamando ¡Virgen de los Esparabanes, ora pro nobis! o tirar cuetes y confeti purpurino agradeciendo a los cielos el natalicio de un caudillo, que no de otro modo puede llamarse a quien arrasa en las urnas apabullando de esta manera; aunque precisando el dato habría que decir  caudillísimo  al venir con un imponente 99,63% la victoria de  Feijóo  que le proclama, aclama y encama como líder absoluto del PP de aquí palante y sólo Dios sabe hasta dónde y hasta cuándo, pues siendo gallego el nuevo Comandante de la Parte de Adelante siempre habrá que pensar en décadas. Carajo bendito, ¡el 99,63%!... ni  Franco  vio tal, apunta Peláez, ni nunca  Fraga  imaginaría tanto, ni  Rajoy  pudo soñar jamás esa pegada. Y ese pico del ,63 es ya la órdiga orgiástica en verso endecasílabo, añade Sócrates, que pregunta además si los inapreciables que no le votaron lo eran de verdad o los puso el partido para que un 100% no sembrara cierta escojonación en el mentidero nacional.

En el PP a Feijóo se le esperaba. Hasta con impaciencia. Tras el ¡rompan filas! urge reagruparse, disciplina cuartelera. Nada bueno salía del guirigay interno de rapaces pijomodosos y cantineritas deslenguadas, mientras otras voces de la duroderecha ibérica metían las cabras en el corral de Vox. Que venga Feijóo, exigieron al gallego, que salga de su confort periférico y que se centre en lo central para salvar el centralismo centrado del extremo centro, o sea, salvar del sanchismo a Madrid, sus alrededores y las cuevas de Alí Wanda Pocero, la España eterna del  tuya, mía, tuya, mía, cabecina y gol . Feijóo pide pelota, va que chuta, y ya actúa de caudillo perdiendo su templao; ahora cree que ha de gritar no menos que el extremoso cabreao y repartir leña a siniestro. También es cierto que se lo pone muy a huevo el presidente Sanchevsky sorprendido en la cama modelo Guadalete de un tarik Mojamé que suda grasa que no veas; y de ese  polvo sahariano  ajeno le vino un orgasmo a Feijóo.

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