Diario de León

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Como los alumnos jetas en los albores de internet, el Gobierno ha tirado del Rincón del Vago para asentar las partidas de León dentro de los Presupuestos Generales del Estado para 2023. El copia y pega de las anteriores cuentas, y cuando digo anteriores me refiero a principios de siglo, hace que el libro de ficción que edita el Consejo de Ministros se haya convertido en un folletín que cada año en esta tierra se espera con el descreimiento reservado para la lotería de Navidad o el ascenso de la Cultural. No cambia nada, más allá de las cantidades de algunas partidas, casi siempre ridículas, que aparecen de forma recurrente pero nunca acaban de ejecutarse. Dentro del bucle paródico, cualquier lustro de estos, sin avisar, van a comenzar la plataforma logística de Torneros y preferiremos que no la hagan para no dejar de disfrutar con todo lo que soñamos ser cuando no nos dejan. Quita, quita, con lo bien que estamos, que luego viene mucha gente y se forma cola para tomar el vino. Mejor hacer un estudio como el que anunció esta semana la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, para valorar la ampliación de San Marcos en función de los «recursos alojativos», que no sé bien qué quiere decir porque no aparece ni en el diccionario de usos y costumbres, aunque suena a que el Parador se quedará en hotelín con encanto.

Aunque la confirmación una vez más del papel reservado para esta provincia se aprecia en la asociación de ideas surgida del último proyecto negociado por la Junta para Valladolid, donde ya esperan hace meses la factoría de vehículos eléctricos con 2.000 nóminas de regalo. La administración autonómica lleva más de nueve meses en conversaciones para la instalación de una planta de baterías eléctricas que generará más de 4.000 puestos de trabajo, según las estimaciones iniciales. Mientras, para el Bierzo, se reserva, con el sello de los mismos que primero tiraron de las subvenciones del carbón y ahora de la escoria que queda, una planta de descontaminación de esas mismas baterías en los terrenos de la antigua Compostilla que dejará apenas 50 contratos y todos los residuos añadidos para que nos acostumbremos a la función de escombrera. Ahora, vendrán con la cantinela de que las empresas se ponen donde quieren. Claro: donde quieren ellos que se pongan. La Transición Justa era esto.

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