Diario de León

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Papá no vengas. La Fundación Brafa, que divulga los valores deportivos, acaba de lanzar una campaña para recordar a los padres y las madres que el deporte infantil es un juego, que no se gana siempre, que ellos no son los entrenadores y que no pueden utilizar las gradas para descargar en sus criaturas y en otras familias el peso de sus frustraciones.

Ningún menor debería presenciar este tipo de violencias, físicas y verbales, que acaba con todo entusiasmo, ni en el entorno familiar ni en el deportivo. En la infancia, asistir a cómo los adultos resuelven los conflictos es un aprendizaje que se tatúa en el ADN y se imita en la edad adulta.

Árbitros y entrenadores advierten de la escalada de violencia de los padres en las competiciones extraescolares de los menores. Mal ejemplo. Cuando mis hijas eran pequeñas apenas asistí a un puñado de los múltiples partidos de los deportes que practicaban, principalmente porque mis horarios laborales me impidieron casi siempre estar presente en las funciones infantiles y otras actividades en las que supuestamente es recomendable que estén presentes las familias.

Siempre me causó rechazo esa moralina que desprenden algunas películas americanas en las que, sobre todo los padres (porque las madres siempre estaban ahí, aunque cayeran chuzos de punta), tenían que hacer malabares con las agendas para presenciar el partido de béisbol de sus hijos de cinco o seis años, para evitar un trauma en la edad adulta. ¿De verdad es necesario? Algún día habrá que hacer un estudio sobre los efectos reales en las criaturas de esos comportamientos.

Y que no se me malinterprete porque si bien es verdad que yo casi nunca pude estar presente en esos eventos infantiles, sí me ocupaba de dejarlas perfectamente preparadas, repeinadas y con la equipación necesaria para que su padre las acompañara a los actos que podía. Pasados los años he preguntado a mis hijas sobre cómo se sentían si no estábamos presentes, y, sinceramente, sus respuestas deberían servir para que los padres y las madres se relajaran un poco y no corrieran tanto para llegar a todas partes. De verdad que no es necesario. No siempre y no a todo. Nuestros hijos e hijas necesitan apoyos, pero también independencia. Y mucho menos si el acompañamiento de los padres en los encuentros deportivos es tan tóxico que les hace sentir vergüenza y desánimo para seguir practicando lo que más les gusta.

Papá no vengas. Escuchar esa frase de boca de un hijo pequeño es dasalentador, pero llegados a una determinada edad todos los hijos la pronuncian. Mejor no vengas, y si es para gritar, insultar, quédate en casa. «Un buen profesor protege a sus alumnos de su propia influencia». Aplicable a los padres. Lo dijo Bruce Lee y punto.

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