Diario de León

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Las muertes de la Duquesa de Alba y la Reina de Inglaterra resolvieron por incomparecencia el dilema que en las escuelas de protocolo se planteaba para dirimir quién debía ceder el paso a quién en el caso de que se cruzaran en la entrada de un ascensor. El juego, que hacía de los 46 blasones de la aristócrata un aval para que no subiera por las escaleras antes de inclinarse, se presta ahora para medir la escala en la que coloca a León el nuevo reconocimiento de la Unesco. El nombramiento de la montaña leonesa como Sistema Importante de Patrimonio Agrícola Mundial (Sipam) hace que la provincia se alce al nivel del Amazonas, el Gran Cañón del Colorado o la isla de Maui. No nos caben más chapas en el pecho, donde se nos cumulan en tres pisos el nuevo blasón con los otros cinco que ya tiene concedidos también por el organismo internacional, las siete Reservas de la Biosfera, los 52 espacios Red Natura que abarcan 117 de los 211 municipios de la provincia, el parque nacional, el regional, el natural y toda la suerte de figuras de protección que, en su conjunto, han terminado por constituir una reserva india. Pero, vencidos los supervivientes que defienden el modelo de vida, no habrá quien sujete este territorio.

La estructura de los concejos, la urdimbre de las sebes, la pureza de los manantiales, la herencia genética de las especies autóctonas y la laboriosidad de las colmenas se alimentan de las costumbres ligadas a la montaña. Los usos de la ganadería y la agricultura que prima el título de la Unesco se asientan en la importancia que ha concedido a la tierra la adaptación humana. Sin esta visión, centrada en la presencia del hombre que vive ahí, no que va de fin de semana, el conservacionismo se abandona a un escenario vacío. El espacio lo dominan las administraciones con normativas usurpadoras de los bienes comunales, como la Ley de Montes de la Junta que apartó a los vecinos de los pueblos del aprovechamiento de sus suertes. La despoblación, incentivada por los gobiernos, alienta la instalación de parques eólicos y fotovoltáicos para beneficiar a las multinacionales energéticas que ahora revisten sus beneficios en las renovables. Frente a estos enemigos, los títulos se vuelven estériles, si no se acompañan de inversiones centradas en fijar población. La montaña leonesa resistirá mientras haya quien viva en ella. Los montañeses no se doblan ante nadie.

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