Diario de León

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Hace tiempo que me perdí en eso de los debates sobre la posmodernidad, el neocon, el ultra plus, el homo consumus o el postconciliable. Pero a estas alturas la sociedad contemporánea sí ha dejado claro que nunca fue tan efímero el hoy. Lo que se mira, lo que se debate, lo que se sufre... apenas ocupa minutos antes de desvanecerse. Existen cálculos que aventuran que un ser humano actual sufre en una jornada un bombardeo con tanta información como recibía otro de la Edad Media a lo largo de toda su vida.

Y con ese devenir, con ese flujo sin pausa, es fácil colar cualquier cosa. Esa devaluación que tiene como gran salvador la caducidad de lo efímero. La que sirve de parapeto para escuderos y avalistas de mentirosos, vendedores de crecepelo, chusmas varias y gestores tramposos de lo público.

Lo ocurrido en Perú, quizá nos pilla muy lejos, es un buen ejemplo de la siguiente pantalla a la que se salta tras asentarse y dar bueno el populismo. El afán de apropiarse del poder y cambiar las reglas, si se hace necesario, ha sido una constante en las últimas décadas en América central y del sur. Poco a poco fueron bastantes los países que se dotaron de unas constituciones garantistas, muchas ideadas a imagen y semejanza de la de su vecino de norteamericana, con límite de mandatos en dos legislaturas. Y ahí es donde normalmente han empezado a reventar las costuras al sistema esa caterva de mesías. Suele ser el primer síntoma de la epidemia de quienes aspiran a ser crónicos en el poder. Hecho el cambio inicial se abría la espita y se dejaba el Estado tambaleándose, maleando todo lo que fuese necesario para empujar a su pueblo hacia el colapso.

Lo ocurrido en tan corto plazo de tiempo en España, con un manoseo del sistema de normas y garantías, con el modelaje del Código Penal enviando leyes al BOE sabiendo a quién beneficiaban... es un bochorno al que Europa, sin duda, le sacará los colores. A ZP y sus milagros económicos también se les cayó el maquillaje. Y a Sánchez y su bolivarismo le ocurrirá otro tanto. Es curioso que la corrupción, el cáncer de esos regímenes, se despenaliza en España.

Pero, por desgracia, la verdad y la Justicia tienen sus tiempos. Aquí lo hemos visto en muchas ocasiones. De momento el daño queda ahí. Qué mejor ejemplo que ese ‘sí es sí’ que ha puesto en solfa tanta defensa de la mujer...

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