Diario de León

Creado:

Actualizado:

Los independentistas catalanes todavía no han conseguido todo lo que querían, pero tienen razones para sentirse contentos de sus avances: los líderes que estaban en la cárcel han sido indultados y las dos leyes que amenazaban sus propósitos de volver a preparar e intentar un nuevo ‘procés’ —golpe de Estado si se prefiere— no han sido borradas del BOE, pero sí amortiguadas en sus prohibiciones y consecuencias.

Ha desaparecido el delito de sedición, que muchos países democráticos menos amenazados por intentos políticos de esa naturaleza mantienen, se han minimizado las penas contempladas por malversación, lo que es utilizar fondos públicos para incrementar su propaganda sin que sean acusados de corrupción.

Seguramente estarán satisfechos y lo demuestran sin elegancia. Conseguirlo no les ha costado ni pedir las más elementales disculpas, ni necesitan recatarse a la hora de anticipar que volverán a intentarlo. Oriol Junqueras, que de no ser así aún tendría que estar entre rejas, ya puede jactarse de volver a aspirar a cualquier cargo público e, incluso, para planificar poniéndole condiciones al Gobierno sobre las líneas generales de un nuevo referéndum, en el que si sus objetivos no alcanzasen el 55% de los votos no será grave, porque dejará abierta esa posibilidad para seguirlo celebrando otro cada dos o tres años hasta que finalmente triunfe el sí. Ese día ya no habrá retorno.

Son buenas noticias para los independentistas, que según las votaciones parlamentarias rondan el 50% de la población, pero claramente preocupantes para la otra mitad de los ciudadanos, que ven en la ruptura un riesgo absurdo, que se sienten españoles y que quieren seguirlo siendo, unos por sentimiento y otros por el pragmatismo que proporciona la unidad ante la representación internacional, el desarrollo económico y la estabilidad. Es la mitad más ponderada de la población, la que vive más preocupa por el bienestar de la familia y la tranquilidad democrática que por participar en iniciativas viscerales, conflictivas y con un futuro más que dudoso.

Hasta ahora a estos catalanes, que no disponen ni promueven organizaciones terroristas para imponer por la fuerza y el chantaje su estatus pacífico, ni escaños parlamentarios para negociar, nadie parece haberles preguntado ni haberles tenido en cuenta su opinión.

En un truque de votos parlamentarios que pronto quedarán olvidados y han visto como sus derechos se han visto amenazados, mientras las imposiciones de sus adversarios más que políticos reciben oxígeno oficial para seguir adelante en su desafío a la Constitución que nos protege a todos y nadie puede ni modificar ni manipular ni saltarse a su voluntad.

tracking