Diario de León

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En lo alto de la Peña de los Corrales, entre los arbustos y las rocas de los montes de Igueña, Rosalía observa cómo su padre apunta a una osa con la escopeta cargada con munición de cacerolas fundidas. El cazador se llama Andrés Marcos Ramos, supera los 45 años, pero tiene buena puntería y su disparo alcanza a la bestia, que se desploma.

Rosalía tiene 12 años y ve cómo su padre, impaciente, desciende de la Peña para rematar a la osa. Pero Andrés ha olvidado que los osos mueren solos. Mejor no fiarse. Y así es como la hembra se revuelve desde el suelo y le desgarra la cara a Andrés de un zarpazo.

Ahora imagínense a una osa que agoniza, puesta en pie, dispuesta a vender muy cara su vida. Imagínense también a un cazador con el rostro desfigurado que se abraza a una bestia peluda y le agarra la lengua para evitar que le muerda. Y poco a poco la osa se queda sin fuerzas, incapaz de zafarse de las rudas manos del cazador montaraz, y muere.

Rosalía, que lo ha visto todo desde la Peña de los Corrales corre a avisar a los vecinos de Igüeña. Y así salen a buscar a Andrés Marcos Ramos, el tío Perruca le llaman, con una escalera-camilla. A Andrés lo llevan a su casa, le cosen el rostro desgarrado, pero bien cara le ha salido la piel de la osa porque unos días después muere, posiblemente a causa de las infecciones de una herida difícil de curar en un pueblo de montaña en el año 1883.

Esta es la historia que Rosalía les contaba a sus nietos. La historia del tío Perruca y su lucha con la osa moribunda. Y a grandes rasgos es la historia que esta semana confirmaron dos de aquellos niños que escuchaban a la hija de Perruca, Rubén y Antolín García Suárez casi nonagenarios hoy, durante la presentación de la reedición de la novela que Benigno Suárez escribió en 1976; un relato inspirado en un suceso real, pero con personajes inventados como José Crespo, el cazador, y su fiel ayudante Raposín.

Rubén y Antolín, que trabajaron como transportistas de carbón y de bebidas son bisnietos de Andrés Marcos y sobrinos de Benigno Suárez. Ellos son el nexo entre la realidad y la novela. Y después de escucharles, casi podemos dar por resuelto el misterio del tío Perruca, que en la novela no quería pinchar a la osa para no estropear el pellejo. Raposín eran Rosalía.

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