Diario de León

Alfonso García

Casi siempre dividida

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El campeonato de fútbol de Catar, que puso punto final a las puertas de las fiestas navideñas, ha traído mucha cola, al margen de una gran oportunidad perdida. Uno cree que las colas son múltiples y variopintas, porque, al decir de los entendidos, «tiene muchas lecturas». Tantas, al parecer, como «El libro gordo de Petete», creado, por cierto, por un español emigrante en Argentina, donde las celebraciones de los campeonísimos deben de estar coleando aún con ribetes de exaltación patriótica y cerveza de cualquier origen, sea o no importada. Y hacen bien los pibes, que el balón no da marcha atrás y puede que el astro-dios no vuelva a jugar otro mundial. O quién sabe.

El mundo futbolístico hispano anda desolado. O cabreado. O enfurecido. Y como aquí el drama tiene fácil asiento, era necesario ofrecer al pueblo alguna cabeza. Nada nuevo. La tradición se perpetúa en todos los órdenes, bien poniéndolas a rodar, bien rematando lanzas o estacas. Como el seleccionador Luis Enrique era la única diana, leña al mono, que no es que servidor esté a favor o en contra, sino todo lo contrario. Y más en un país, y entiéndase la exagerada ponderación, en que cada ciudadano es fino entrenador y hábil estratega, y cada comentarista deportivo, el centro donde convergen todos los ombligos, que también son redondos. Análisis concienzudos, ininteligibles a veces, que no otra cosa hacen más que intentar inclinar la balanza hacia sus propios supuestos previos. Estas geografías nuestras tienen cierto tufillo determinista.

Lo cierto es que durante aquellos días que algunos consideraban humillantes —la realidad nunca ha de sobrepasar los límites de la mesura—, llovieron encuestas de todo tipo y condición, con resultados diversos y divergentes, que se utilizaron contra los unos y los otros, eso sí, con dardos, otro de los deportes nacionales, posible prolongación del espíritu parlamentario. Que para algo son el ejemplo de sincordia en el que mirarse la ciudadanía. Y después llegaron, según los posicionamientos, varapalos y caricias, improperios y alabanzas, acusaciones y defensas, insultos y elogios… Como a rey muerto, rey puesto, el asunto está en estado pleno de amortiguación, o de empate. Que san Luigi Scrosoppi, patrono de los futbolistas, aunque jamás haya dado patada a balón alguno, ponga cordura entre quienes siempre entienden que dividir es una forma de vida. Tampoco es para tanto.

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