Fites, perras

Campanada de hojalata fue el titular leído en el corrillo: « El ayuntamiento de Valencia hará bautizos civiles para garantizar la igualdad del no creyente ». Un detalle, sí señor, y muy bonito, gran iniciativa en pro de lo igualitario, apuntó Sócrates. ¿Y para cuándo una eucaristía civil, una confesión civil o la ordenación de curas civiles?... ¿por qué no pueden tener también sus misas civiles los agnósticos o ateos, un ceremonio de concelebración ciudadana del misterio de la redención democrática, un «tomad y mamad todos de ella, esta es mi ubre estatal»?... ¿y no se podría ordenar curas y monjas civiles a los concejales y concejalas y diáconos a los conserjes?... ¿se considera puesta ya la primera piedra con estos bautizos sacramentados civilmente?... Todo indica que esta gente es a su modo tan religiosa o más que el mayor meapilas y que arde en envidias o nostalgias curiles no pudiendo vivir sin copiar a la Iglesia sus liturgias y sacramentos, sin sacramentalizar sus dogmas laicos o sin montar autos sacramentales tan del teatro español histórico; ¿de verdad no saben prescindir de la comedia social?... Pues situados en esta plano, lo que sí le parece a Sócrates procedente sería la confesión civil con instalación de confesionarios en calles o plazas como teléfonos públicos o garitas donde el peatón pueda aliviarse de sus culpas confesando sus quebrantos de ley u ordenanzas, infracciones fiscales o daños al mobiliario, recibiendo la penitencia pertinente y, además, un bonobús gratis por la valentía de confesarlo dando ejemplo a los demás de su inquebrantable fe en la civilidad y en el sistema ceremonial municipal (con indulgencia plenaria si se denuncia también a otros infractores). Peláez preguntó si la iniciativa valenciana de «ceremonia civil y pública de bienvenida a la ciudadanía», ese bautizo civil, concluirá también con el padrino arrojando dulces y calderilla a la chavalería que aguarda a la entrada al grito de ¡fites, perras! y cantando lo de «padrino roñoso mete la mano al bolso; padrino picudo mete la mano al culo». El rito lo pide.