Diario de León

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Mi abuelo Juan siempre preguntaba a quien iba a un funeral cuánta gente había. Su salud no le permitió durante demasiado tiempo estar presente para despedir a amigos o familiares. Eso no impidió que el día de su adiós no se entrase literalmente en la Basílica de la Encina.

Este es uno de esos asuntos que marcan distancias entre un lado y otro del Manzanal. Mi abuelo residía en Ponferrada, y allí, quizá por la proximidad con Galicia, es mucho más notable el nivel de ocupación en los funerales con respecto a la parte más ‘central’ de la provincia.

Recordaba todo esto, no por el lado del funeral si no pensando en esa ‘buena taquilla’ en los acontecimientos, al ver el vacío que se registró en la Universidad de León cuando Rodríguez Zapatero recogió su Honoris Causa. Qué lejos quedan los tiempos en los que atraía auténticos tsunamis humanos. Pero, como dice una ley no escrita que se adjudica a la mafia, uno vale sólo por su capacidad de hacer favores desde ese día en adelante...

La pugna entre pasado, presente y futuro es la clave en todo tipo de decisiones. Se ve estos días en los proyectos pujantes para La Robla. Y en quienes se obcecan en seguir mirando por el espejo retrovisor sobre Compostilla. Sin derivar esos esfuerzos a reclamar algo más allá que la conservación de las chimeneas y las torres. Con el ejemplo del Ponfeblino al lado, prueba de que es posible alcanzar el éxito a golpe de no variar la proa y mantenerse en los afanes decididos.

Lo ocurrido con la minería tiene algo de todo esto. Hubo una generación que abrazó las prejubilaciones sin pensar en sus hijos. De la mano de unos sindicalistas que siguen sin encontrar un rato para acercarse a los juzgados en apoyo a las familias de las víctimas de La Vasco. Pero ya se sabe que las protestas en las calles van y vienen, según soplen los vientos. Quizá es bueno recordarlo hoy, justo cuando se cumplen tres años de las manifestaciones reclamando un futuro para León que se ahogó debajo de una mesa. También es un buen ejemplo lo ocurrido en los Goyas, ese banco de mensajes donde lo único claro es que la coherencia se queda siempre antes de empezar la alfombra roja.

Pero ya se sabe que la ceranda deja colar más o menos según se agite...

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