Diario de León

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Vas a dejar lo que traigas por las tierras», le decían a mi madre las vecinas mientras esculaba la remolacha en un frío mes de enero. ‘Lo que traigas’ era yo. Y nací en los últimos minutos de enero. Una niña que debía de haber nacido niño porque chicas ya había dos, aunque las mujeres que asistieron al parto junto a Sofía, la comadrona del pueblo, le gastaron la broma a mi padre cuando volvió con el médico del bar. Mi madre no fue una pionera. Cumplió con el rol de la mujer de su tiempo. Se casó muy joven. Tuvo muchos hijos e hijas y además de la crianza y la casa tenía que atender la labranza y el corral con toda su fauna. La colada la hacía en el río —en la Manga, se decía de la presa—; el enlucimiento de paredes, el vareado de colchones y el encerado de los suelos tocaba en verano. Y con la cosecha de tomates y frutales, mermeladas y salsas; queso y requesón con la leche de las ovejas; los adobos y embutidos de la matanza; los bollos y mariquitas de las fiestas... Las orejas del Carnaval, las tortillas y natillas de tortillero... Y siempre había un rato para sentarse a coser o tejer junto a las vecinas en la puerta de casa. Desde pequeñas, las chicas nos fuimos incorporando a muchas de las tareas. A la mayor le tocó aportar más, con diferencia.

No, mi madre no rompió ningún techo de cristal. Le tocó deslizarse con mucho sacrificio por los suelos pegajosos en el campo y en la ciudad, donde trabajo para señoras y tuvo que dejar a sus hijos más pequeños en el hospicio, de forma temporal, para no condenar a sus hijas a abandonar los estudios, cuando enfermó de fiebres maltas. Mi madre quería tenernos a su alrededor como pollitos; pero nos dejó volar, bien es cierto que resignada por la determinación de mi padre de que sus hijas e hijos, sin distinción, estudiaran para defenderse en el futuro.

Así que, es verdad, muy cierto, que detrás de cada logro del feminismo están las mujeres anónimas como mi madre, Josefa; las tías como mi tía Eloina, la sororidad ambulante que crió a una ristra de sobrinos y sobrinas y siempre acudía a los alumbramientos de mi madre y las hermanas como mi hermana Luciana, mi espejo y apoyo. Tres referentes femeninos de mi vida que me han hecho feminista, además de arroparme emocionalmente en la meta de ser independiente. ‘Lo que traigas’, nosotras y nosotros somos la primera generación de la familia con estudios universitarios gracias a ellas. Esta semana los políticos jugaban a quién da más para romper techos de cristal. Pero una sociedad feminista pasa también por dignificar, repartir y sacar de la precariedad trabajos feminizados, como limpieza y cuidados, que son las ‘madres’ de la sociedad actual. Pero la lucha contra el patriarcado es también poner contra las cuerdas al capitalismo. No las luchas de poder para que todo siga igual. ‘Lo que traiga’ el feminismo ha de ser otra sociedad. O no será la revolución feminista.

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