Diario de León

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Una carta al director publicada ayer por el Diario narraba una situación que seguro que no resulta extraña en muchos pueblos de la provincia. Falló el coche del centro de salud de Villafranca del Bierzo para acudir a las urgencias de las pedanías y al enterarse el alcalde, se presentó conduciendo personalmente un vehículo de protección civil para ponerlo a su disposición. Lo dicho, nada desconocido para los vecinos de localidades en las que cuando toca remangarse no suelen faltar los cargos públicos, al estilo de aquel Rafa Nadal que salió a las calles escobón en mano tras una riada para ayudar a sus convecinos. Esa es la parte quizá menos conocida de una política que públicamente se mueve muy a gusto en el postureo, ese que suele ser más eficaz en cualquier tipo de entorno y situación si se es egoísta.

También hay sucedidos como el de Toreno, con vendettas hacia los afines. Allí el alcalde, al que echa su partido de la lista, rebaja el sueldo a su futuro sucesor...

Quizá, por eso, a los urbanitas nos cuesta entender los entresijos de unas elecciones locales. Cuanto más locales sean, más complicado es hacer un pronóstico desde afuera. Tampoco resulta comprensible, si se está lejos de onda, lo que ocurre con los bailes de nombres y siglas guiados por algo más que lo se escucha en los telediarios.

Estos días se ha puesto de moda una especie de eslogan que arranca con «en los últimos cuatro años no...». Pregunta: ¿por qué el autor o autora ha esperado estos cuatro años para denunciarlo? Pero ahora toca paripé. Hay que hacerse un hueco en las listas, y los menús ya están metidos en los hornos de los partidos.

Ver a Tamames codo con codo con Vox ha sido elocuente. En el Parlamento Europeo lo tienen claro. Allí, su condena es «a los regímenes nazi y comunista que cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones». Aquí las cosas van por barrios. Y más con el actual mapa electoral, que deja todo en manos de las muletas para PSOE y PP, de esos ultras que desde las esquinas son incapaces de evitar sus guiños a la intolerancia y a los discursos monolíticos, sin abrir la oportunidad a admitir que quizá el otro pueda no estar equivocado del todo. La hemeroteca está llena de recuerdos de proclamas en favor del final del bipartidismo. Iba a traer un tiempo distinto. Sin duda, hoy estamos en manos de los que debíamos castigar en las esquinas. Benditos localismos que facilitan una llave ajena a los más extremistas.

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