Diario de León

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Una famosa, rica, mayor para poder ser madre, a la que se le ha muerto un hijo adulto, sale de una clínica privada de EEUU con un bebé en brazos. Una revista de prensa rosa publica la noticia con un título que afirma que esa mujer acaba de ser madre por gestación subrogada. Otra foto la muestra saliendo del hospital en silla de ruedas, como las recién paridas que no pueden caminar por alguna contraindicación médica. En esa misma clínica se supone que se queda otra mujer, la que acaba de dar a luz y de la que no conocemos nada. ¿Por qué alquiló su vientre? ¿Cómo fue el embarazo? ¿Y el parto? ¿Tuvo complicaciones? ¿Le hicieron cesárea? ¿Le pusieron anestesia? ¿Soportó horas de dolor? ¿Necesitó una transfusión de sangre? ¿Tuvo desgarros? ¿Le han quedado secuelas físicas? Las psíquicas quedan, como todos los problemas con la maternidad.

Dos mujeres son las protagonistas, una por exhibición y otra por omisión, de un debate como nunca antes, con intervención de políticos de todos los partidos, del Gobierno, autoridades y tertulianos, a pesar de que son numerosos los nombres anteriores conocidos, la mayoría hombres, que recurren a otros países para una práctica ilegal en España con lagunas que la convierten en un coladero real.

Miguel Bosé, Miguel Poveda, Tita Cervera, Kiko Hernández, Javier Cámara, Jaime Cantizano, Kike Sarasola... y otros muchos imposibles de abarcar en esta columna. Hasta puede que tu vecina. Entonces ¿por qué ahora? Quizás por la obscenidad de la exhibición, la exclusiva millonaria y la edad de la famosa. Nos encontramos con un caso en el que hay una mujer que pare de la que no se sabe nada, que acceder a tener un hijo para una mujer rica, de la que se conoce casi todo y a la que se pone a parir.

Una amiga de mi infancia es la sexta hija de una familia que vivía del sueldo de un padre carpintero. Y llegó otra niña, la séptima, que se crió en la casa de sus tíos. «Se la han dado», me decía mi amiga con su lenguaje infantil. El matrimonio no podía tener hijos y vivía unas puertas más arriba, y la hermana de mi amiga, que llamaba madre a la que era su tía, tenía una relación diaria y constante con su madre biológica y sus hermanos. La generosidad y la necesidad no se miden por una transacción económica en la que el pobre no compite en igualdad.

Otras mujeres son las que desde el movimiento feminista alertan desde hace años de los vientres de alquiler y abren los ojos a una sociedad cegada por las costumbres. Esos mensajes feministas son los que incitan a un debate para el cambio.

A los que están a favor de los vientres de alquiler les animo a que propongan a sus hijas o hermanas a embarazarse de un hijo de desconocidos, pasen nueve meses de gestación y asuman las posibles complicaciones de parir a una criatura que no volverán a ver. ¡Ni por todo el oro del mundo! Entonces, ¿cuál es realmente el debate?

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