Diario de León

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L o del espectáculo al más puro estilo Hollywood en torno a Trump invita a repensarse qué estamos haciendo con la Justicia. Aquí sale de una huelga y va hacia otra. Y se pasa más horas en la picota que en ningún otro sitio. Literalmente ha sido prostituida hasta niveles insostenibles, por ese afán de corromperla y convertirla en un mercadillo de intereses y prebendas. Temo que pocos se librarían si se pudiese abrir una causa general sobre lo ocurrido. Cada uno sabemos perfectamente lo que tiene que hacer... darnos la razón, ¡que para eso la tenemos!

Desde los poderes públicos se anima a jueces, secretarios, funcionarios y fiscales a que crucen todas las posibles líneas rojas. En el sector hay muchos profesionales, pero por presión o por sectarismo hemos visto en incontables casos cómo fuerzan las cosas hasta niveles insospechados. Aunque sólo sea filtrando lo que interesa en el momento oportuno. Aprovechando una impunidad exasperante. Entre los pocos jueces empurados en este país figura Baltasar Garzón, quien tras dejar un cargo político convirtió la Audiencia Nacional en la sala de máquinas de sus vendettas hasta que fue condenado por grabar las conversaciones de presos y abogados en la cárcel. Lo que era una violación de derechos, los voceros de siempre se afanaron en convertirlo en una ‘campaña de ataque al adalid de las libertades’.

Los medios de comunicación tampoco salimos bien parados en esa causa general. Nos encantan ciertos asuntos y planeamos sobre otros oteándolos de lejos sin salpicarnos...

Lo de Trump y sus 34 delitos —fijo que ha cometido más pero no en este episodio— apunta a ese sectarismo. El de no soltar la pieza cuando se muerde. Aunque luego termine en el fondo del cajón. Como acabaron ayer, y era previsible, aquellas gamberradas nocturnas de colegio mayor que algunos pasaron a cuchillo en juicio sumarísimo... Lo importante o, por mejor decir, lo urgente es la pena de telediario. En España el paradigma lo aporta el valenciano Camps. Se sienta ahora por décima vez en el banquillo. En las otras nueve causas previas se ha ido a casa ¡libre! Pero de eso ya no se entera nadie...

Quizás lo que está matando a la Justicia, con un previsible efecto mariposa imparable como en casi todos los órdenes de la vida, es el sectarismo. Los voceros. Los que carecen de escrúpulos para detenerse un poco y pensar que no puede valer todo o nos encaminamos al precipicio.

Hace falta mucha valentía para llegar hasta el fondo de los temas. En juego están los árbitros. Los de los juzgados. Y también los que deciden ‘a vida o muerte’. Los del fútbol...

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