Diario de León

Antonio Manilla

La hora del desquite

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El leonés desempleado, que viene a ser el leonés en edad laboral preponderante, tiene muy cuesta arriba decidir su voto si aspira a elegir un partido que de verdad vaya a cambiar las cosas. Ni los que mandan en la autonomía ni los que manejan el gobierno nacional, con ser distintos, han demostrado capacidad para generar empleo aquí, traer empresas o al menos dinamizar la provincia con esperanzas de futuro que no sean falsas promesas, lo que por estos pagos se viene conociendo desde hace mucho por «mesas». No importa que sean redondas como la del rey Arturo u oblongas como las que ahora se estilan: los sentados a ellas siempre son distintos perros con el mismo collar. Y los que no se sientan, porque ya están escamados por otros engaños anteriores, hasta ahora se han mostrado igual de incapaces para entonar a voz en pecho un «hasta aquí hemos llegado» o un «por encima de mi cadáver» donde hay que darlo, que para eso los eligieron.

En los foros y comentarios a las noticias internáuticas sí puede encontrarse expresada esa rebeldía radical que, al menos de palabra, se revuelve contra los agravios e indiferencias que más a menudo de lo que quisiéramos se perpetran contra esta tierra: son modernas glosas de barra de bar que llegan a una audiencia algo mayor, pero insuficientes: flores que no hacen primavera. Gestos, pero no hechos; lágrimas que se pierden en la lluvia; prédicas en el desierto sin el norte de una estrella que alumbre, un liderazgo que reúna y sume, un partido con una sola idea fija y clara, toda vez que en este país no se puede ser dos cosas ni tampoco sostener más de una opinión o duda sobre un mismo asunto. Al fin y al cabo, que otra cosa es el nacionalismo-regionalismo que un internacionalismo de idea fija o única.

La hora del desquite contra ese estado de cosas que en el gobierno de la Unión dan por demasiado sentadas y aquí por transitorias, así que hayan transcurrido ya cuarenta años, ineludiblemente pasa por las urnas. Un triunfo en representantes electos, por modesto que fuera, seguramente no alcanzaría para cambiar esa dinámica decadente que hace de León tierra de jubilados y egresar de una autonomía que a lo que más se parece es a un matrimonio mal avenido por las dos partes, pero serviría de señal de aviso para que algunos se tentasen las vestiduras.

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