Diario de León

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Siendo el objetivo permanente de Pedro Sánchez la conservación del poder a costa de lo que sea, la estrepitosa derrota que apareja una gran pérdida de poder institucional, parece que ha trastornado su percepción de la realidad. La convocatoria anticipada de elecciones está siendo analizada en todos los ámbitos como una huida hacia adelante. Al promover una reunión con los diputados y senadores socialistas aceptando que le aplaudieran durante más de dos minutos pese a ser el responsable del batacazo sufrido por el partido fue la prueba definitiva de esa pérdida de contacto con la realidad.

El silencio de los corderos aplaudiendo a la coreana al personaje que les está llevando al precipicio es un caso de servidumbre que habría que analizar en clave pre política. Alfonso Guerra ha señalado con precisión lo que se desprendía de este escenario. Según él, Sánchez ha convocado elecciones para evitar las previsibles críticas de un Comité Federal exigiendo responsabilidades por la derrota. Al convocar elecciones, el conductor de la estrategia derrotada —Guerra dixit— «acaba saliendo bajo palio de la reunión» porque obliga a los dirigentes descontentos a simular que apoyan al responsable de la estrategia derrotada.

Al sentirse acorralado por el rechazo a su política de alianzas Sánchez da un paso más en su huida a la desesperada obligando al partido a seguirle a pesar de que parece obviar que el problema que tiene el PSOE se llama Sánchez. Al señalar al PP como la derecha extrema comparando a Feijóo con Trump o Bolsonaro o apuntando a los medios que no le jalean como los responsables de su derrota acredita que ha decidido abrazar el relato «conspiranoico» de Pablo Iglesias. Parece que Sánchez ha olvidado cómo acabó políticamente Iglesias.

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