Diario de León

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Parece que la llegada del lince ibérico a Castilla y León es inminente. Desde hace años, la Junta de Castilla y León ha participado muy discretamente en las distintas mesas de trabajo que a nivel nacional avanzan en la reintroducción de este emblemático felino que a pesar de sus buenos resultados de este año —suma ya la histórica cifra de los 1.668 ejemplares en la Península Ibérica— sigue siendo una de las especies más amenazadas del planeta.

Todas esas reuniones han dado por fin sus frutos para comprobar que Castilla y León es un lugar más que adecuado para que el lince pueda asentarse en este territorio.

Aunque desde la Junta de Castilla y León se muestran muy cautos a la hora de hablar de esta reintroducción sí se sabe que podría comenzar desde el norte de Extremadura y los Montes de Toledo, lo que indica que su llegada a los montes de León está todavía lejos, aunque solo por motivos de conectividad con las zonas en las que ya habita la especie, no por hábitat. El Servicio de Espacios Naturales, Flora y Fauna de la Consejería de Fomento y Medio Ambiente realizó en 2020 un estudio de hábitats y densidad de conejos, principal fuente de alimentación del lince ibérico, y se concretó un mapa con las áreas más idóneas para la especie, de cara a facilitar su conectividad con las áreas ya pobladas, y favorecer así el intercambio de ejemplares.

En ese mapa, la provincia de León es la que en principio presenta mejores hábitats para la especie. De hecho se identificaron hasta 50 áreas cuyas características son en principio favorables por su densidad de conejos y por su abundancia de matorral y coníferas.

No hay que olvidar que en el siglo pasado León tenía una población indeterminada de linces, aunque posiblemente eran de la variedad boreal, en vez de ibéricos, que finalmente se extinguió en los encinares del Bierzo, Maragatería, Tuerto y Valdería a comienzos de los años 60, tras caer la población de conejo silvestre por causa de la mixomatosis.

La última vez que se apreció un ejemplar en León, fue en 2006 en el Bierzo, cuando Kentaro, un lince reintroducido en los Montes de Toledo, que viajó por media España y parte de Portugal, lo que le valió el apelativo del ‘lince viajero’, hasta que meses más tarde fue atropellado en una autovía de Oporto.

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