Diario de León

Alfonso García

Los profetas del arcoíris

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Las profecías recorren las calles con olor a tierra, a esperanza y desilusión sobre todo. Y con ellas, naturalmente, los profetas avezados en la venta de aires, humos y fanfarrias. Los profetas del arcoíris, lleno de símbolos que unen cielos y tierras, el poder divino con la realidad sometida a la brega. Durante el tiempo cercano de las promesas para acudir al depósito de las papeletas nos invadieron las profecías y las estadísticas. Durante unos días se ha puesto cierta sordina al ruido y empieza a dibujarse el mapa de las soledades de las mariposas, los gorriones y las golondrinas, que es nuestra propia soledad frente al poder de quienes, después de sus profecías, se atrincheran en los olvidos. Llega de nuevo el tiempo de la megafonía, si ha sobrevivido al ruido y los exabruptos.

Ya han tomado todas las posiciones posibles. Seguro que han olvidado, o referidas sus palabras como fuera de contexto o mal interpretadas, las promesas de prósperos jardines de todas las delicias. Y, sin embargo, los profetas del arcoíris lo han repetido y magnificado en uno y otro lugar con una pobreza que asusta y entristece. Solo los profetas del arcoíris que pretenden escalar por él hasta donde se pueda estirar el tiempo de permanencia, hasta la jubilación si es posible y las hadas de la buenaventura se alíen con sus propósitos. Solo así se explica que algunos profetas del arcoíris hayan prometido a algunas localidades «sacarlas del olvido», que viene a ser complemento indispensable de «ponerlas en el mapa», expresiones entrecomilladas que bien pueden servir para una nueva antología del disparate. Las han salmodiado incluso los veteranos de las catástrofes, los que esperan que los cielos se abran vociferantes y bíblicos para anunciar con trompetas, querubines y cohetes de feria que la salvación está en manos del rapsoda de salmos civiles, a los que desde el arranque terrenal del arco habría que preguntar: «Oh, insensatez de las insensateces, pero ¿quién ha enterrado en los pozos oscuros del olvido a estas gentes y sus tierras agrietadas por la dejadez y el desamparo? ¿Quién utilizó sextantes, calamitas y astrolabios desajustados que hayan invalidado nombres antaño ubicados bajo el trémulo fulgor de las estrellas?».

Tomen nota, por favor, si no es mucha molestia, los nigromantes en ejercicio, ya que es difícil predecir el futuro de lo muerto y bien matado. Los profetas del arcoíris siguen creyendo —fingiendo seguramente— en la magia del birlibirloque.

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