Diario de León

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Si a un doctrinario populista se le añade la condición de mártir, ya tenemos lío y listo un redentor dispuesto a incendiar las almas y poner patas arriba el orden, la ley, la nación... y el mañana vendido como un nuevo amanecer («que’n España empieza a amanecer», tararea el neocamisavieja en el tendido de Vox), amanecer... siempre lo prometió todo iluminado... historia tan vieja como la orilla del mar.

Si Trump va a la cárcel -y parece lógico que deba ir por el grosor de sus delitos-, ya tenemos un mártir. Mala cosa. Los suyos y los nuevos prosélitos de simpatía airada reforzarán su condición mesiánica, pues el martirio comporta siempre una unción sagrada, una inmolación para redimir a la grey desde la altura de un radiante crucificado; y a Trump le quieren crucificar, dicen los suyos. Así que en la cárcel sería un mártir y en la calle la hostia bendita aclamada por adoradores como en un Corpus incivil y delirante. Es rico, es patriota y por esos dos delitos le persiguen y martirizan desde la prensa miserable a la mismíma Casa Blanca, creen los que van en procesión a sus tumultos; porque una de las razones que manejan los que se acuestan con el «sueño americano» y se solidarizan con Trump, es verle como un tipo llano de rotundas verdades (o sea, verdades como puños lanzados) que no necesita ambicionar el poder por la riqueza que reporta, ya que es inmensamente rico aunque para ello no se apee de la delincuencia empresarial y fiscal. Y eso es decir que los políticos van dispuestos a medrar y a corromperse si no les miran, menos él, que ya viene corrompido de casa y poniéndose de ejemplo para que, tras su Make America Great Again, pueda todo patriota honesto alcanzar la prosperidad que él disfruta y promete. Pero ¿se presentará a elecciones aunque salga condenado? Legalmente, sí. Y si saliera presidente condenado a cárcel, ¿le pondrán Despacho Oval ahí o gobernaría por face-time?... Bueno, si saliera presidente, su poder constitucional le permitiría aplazar la sentencia condenatoria y hasta indultarse a sí mismo (guá, ¡a que se presenta y gana!).

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