Diario de León

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El domingo tengo una cita con dos ilustres filólogos. Como si lo viese, mi madre me hubiera repetido en la puerta: «péinate», aunque llevase la raya del pelo no solo bien marcada sino incrustada. Marta me recalcará: «Límpiate las gafas, que hablan muy bien». He quedado a picotear algo con Juan Matas y José Montero. Por tanto: ver, oír y callar. Todo lo más, un chiste de qué le dice un pareado a un verso libre. Matas es editor del ya canónico Sonetos de Góngora (Cátedra); Montero, de un libro magistral para entender la importancia -en su justa contextualización- de la poesía del gran alcalaíno: Cervantes, el poeta que fue novelista (Sial). He citado solo dos galones en sus currículos como investigadores, regidos además por el amor por la docencia. Matas -cordobés- ha sido hasta hace poco decano de nuestra facultad de Letras, mientras que Montero lo es de la de Vigo. Nacido en Segovia, estudió en nuestro instituto Padre Isla, hijo del escritor y académico Montero Padilla, recientemente fallecido. De casa, pues.

Recordémoslo de nuevo: leoneses fueron o son García Yebra, Carnicer, Concha Casado, González Cuenca, María Luisa Lobato, Germán Vega, González Cañal, Margarita Álvarez, José Ramón Morala, Martínez Mata, Margarita Merino … ¡Gran Filología! Raspas y salen raíces familiares llevadas con orgullo: Dámaso Alonso (Tejedo de Ancares), Gómez Canseco (Omaña), Natalia Palomino (Valencia de Don Juan), Patricia Marín… Las Humanidades son universalidad, pero las cifran canturrean y he citado a vuelapluma. Nacidos aquí o no, leoneses son nuestros académicos. ¿No pertenecemos todos nosotros además a cierto lugar de La Mancha? Y a la isla de Homero. Y al desierto de los centauros solitarios. Y a quienes amamos.

El domingo cantaré en la ducha Cabalgaba el conde Olinos, para ir entrando en situación. Me peinaré dos veces y otras dos me limpiaré las gafas. Colonia, tres gotas y buenas. En perfecto estado de revista. Lo mío será un ver, oír y callar. Todo lo más, un viejo chiste blanco de la pícara Justina. Feliz como columnista con zapatos nuevos. ¿Les he contado que mi padre se enorgullecía de ser filólogo? Este juglar de columnas no lo es, pero algunos de mis amigos sí lo son y de los mejores.

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