Diario de León

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Para combatir el calor y ganarle el intercambio de sopapos, he empezado a escribir esta columna a las 5,10 de la madrugada. ¿Demasiado temprano? Una menos, en Canarias. Y tengo otro remedio para combatirlo que no falla: eludir las palabras largas. Si a usted le agota leerlas imagínese a más a mí escribirlas. Por ejemplo, si tuviese hoy que escribir —nunca se sabe— «¡Auanbabulubabalambambú!», la más famosa onomatopeya del rock and roll, la abreviaría a un parco: «cucurrucucupaloma», pues vienen a significar lo mismo. Además, para eso están los sinónimos. En fin, si hoy les escribo solo «hipo», usted ya entenderá que me refiero al paquidermo no a eso que se quita con un susto. Y ya puestos, los monosílabos son las bermudas del lenguaje. Ah, pero cada verano tiene sus días grandes y ayer para mí fue uno de ellos. Comimos en familia con el gran filólogo Luis Gómez Canseco, editor para la RAE del Quijote apócrifo, entre otras perlas de nuestra literatura clásica. Un buen amigo es aire acondicionado en verano y brasero en invierno; si además sabe un montón del Siglo de Oro le puedes pedir que te mueva de habitación el piano de la abuela, con la excusa de que te ha dado un tirón. «Aguirre, creo que estás confundiendo culteranismo con culturismo», se me escaqueó un día un cervantista. No importa, mi piano puede esperar y además no tengo. Qué bien nos lo pasamos, pese al calor. Al hijo de Gómez Canseco le obsequié mi ejemplar de Mortadelo de La Mancha , pues con los clásicos hay que empezar cuanto antes. Una velada maravillosa, en un restaurante con preciosas vistas a la Catedral de León y en el que llaman chupito a lo que en las fallas de Valencia llaman chupinazo. Nada que no arregle una buena siestina, otro clásico.

Ya al caer la tarde me acerqué a San Feliz del Torío, pues Esther Bajo y Joaquín Revuelta iban a hablar de su libro Ven y mira. Historia del Cine Club Universitario de León. Otros dos buenos amigos, una localidad con nombre bonito y el ángel de Luis García Zurdo. Gracias agosto, tómate algo.

¿Calor? Coma con amigos y remátelo cenando con otros. Después de eso, ¿a quién le importa levantarse a las 5 de la madrugada? Más calor hubo de pasar don Quijote debajo de su armadura.

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