Diario de León

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Todos tenemos un truco para combatir el calor, el mío consiste en pensar en quienes están sudando más que uno. Por ejemplo, ¿se imaginan el calor que ha de estar sufriendo Bertín Osborne, ahora que vuelve a estar en el mercado de la carne? Dura es la vida del vintage sexual. «Bueno, no tan dura», dirá él con la modestia que le caracteriza. Hay que saber retirarse a tiempo, tal nuestra propia juventud. En fin, hace mucho calor y consuela saber que uno mismo no es Batman, siempre de negro, con mascara y con capa. Lo de Tarzán es ya más llevadero, pues trabaja en tanga de leopardo. «Por tu tía, Eduardo, ponte al menos bermudas», me habría suplicado la redactora jefe. Ah, pero nada refresca más que te llamen para darte una buena noticia. Tampoco es necesario que sea « ¡¡cariño, nos ha tocado a modo la lotería». Una alegría así puede dejarte en el sitio, dicha de sopetón. Mejor muy despacio, por ejemplo: «¡¡No te lo vas a creer, a quién han mandado al trullo, ni te lo imaginas, vamos no lo acertarías ni en 2.000 años… y tú en 3.000 años que aún cuentas los dedos, por debajo de la mesa… ¡¡ni harto de anís lo adivinas!!» Y cuando ya estás preparadín te espetan que a Trump le han mandado al hotel Las Rejas. En efecto, una corriente de aire fresco nos alegraría a muchos, casi tanto como si nos dijesen que Groucho Marx sigue vivo y coleando. Ayer mismo , el expresidente ha declarado en una entrevista: «Hubo mucho amor en las multitudes que asaltaron el Capitolio». Ya no está picar piedra, pero que se le condene a hacer cien años de servicios a la comunidad… de Marte.

Sí, nada combate mejor el calorazo que una buena noticia. Por ejemplo, que Luis Rubiales dimitiese como presidente de la RFEF. No soy de quienes califica de «violencia machista» su beso en los labios a una jugadora, pero fue faltoso, impropio y chulesco. Si dimite me comprometo a que ese señor de ahí le dé un beso en la frente.

Las buenas noticias no abundan. Y con este calor es fácil que un columnista escriba «piscina» en vez de Agripina. Agotadora concentración. Pero ayer sonó el móvil y un viejo amigo de mi primera juventud, al que hace décadas que no veo, me comunicaba que el sábado estará por León. Y estornudé de alegría.

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