Diario de León

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Dicen que este año ha sido uno de los más notables en cuanto a desplazamientos vacacionales veraniegos. No se sabe si por el descanso del trabajo, la hartura de las vivencias del paro y la necesidad de su olvido o por el alejamiento de la persecución del avispero de la politiquería del tres al cuarto. Puede que concurran varias razones, aunque las más sostenibles sean el descanso y la necesaria huida de la rutina, nunca se sabe si rechazada o deseada. Lo cierto es que, a pesar de estar cada vez más abierto el calendario de la distribución de las vacaciones, el mes de septiembre aún se considera el mes del regreso. La vuelta a casa. Posiblemente la vuelta a la rutina. El cierre del verano, acaso su apéndice. Empieza el fútbol, aunque sea esto un decir porque el mercadeo en que se ha convertido lo haga todo imprevisible, y, sobre todo, comienza el curso escolar, esperemos que con todos sus problemas habituales resueltos. Difícil, a pesar de la palabrería y de los diseños poco operativos. Las sorpresas pueden estar agazapadas.

Durante este verano tan caluroso los pueblos de esta geografía nuestra que no pocos se empeñan en seguir vaciando se han nutrido de gentes que retornan al origen o gozan de nuevas experiencias.

Es una especie de ritual repetido, aunque la duda pueda establecerse respecto a la tercera generación. Pero olvidando de momento esta posibilidad, que no podemos considerar dogma, ni mucho menos, lo cierto es que muchos de los pueblos leoneses se han hecho más atractivos este verano —la tradición parece ir en aumento— a través de las generosas y diversas propuestas culturales. Otros, sin embargo, y en apariencia de mayor enjundia, siguen a rajatabla su vocación de siesta permanente, por ser benignos y no aludir a ciertas cabezas dirigentes que parecen haber nacido para poner palos en las ruedas. Allá cada cual con sus gustos y bendiciones.

La cultura en su sentido generoso, el patrimonio —ahora llegan los lamentos de ciertos atentados— y la valoración del paisaje en su genuina apariencia y todas las variantes que puede presentar son activos innegables, aunque no exclusivos, evidentemente, de atracción y puesta en escena de valores y, por tanto, de llamada. Entramos pronto en el invierno, época de reflexión e interioridad. Seguro que muchos empezarán a diseñar el próximo verano de nuestros pueblos. Merecen un largo y cálido aplauso.

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