Diario de León

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Ahora que todo huele ya a Navidad aunque todavía queden retazos con olor verano en nuestra pituitaria, empieza el bombardeo típico de esta época del año. Es un ‘zasca’ visual que te inunda con miles de lucecitas, pero que también es capaz de alcanzar todos tus sentidos por su embriagadora persistencia. La campaña navideña es intensa, como el frío de aquellos inviernos de nuestra infancia. Tanto, que antes de que asomen los Reyes Magos por la frontera de occidente uno tiene ya ganas de dar carpetazo a las fiestas y hasta de volver a la rutina, harto ya de tanto atracón de todo tipo. La Navidad viene de la mano de los excesos, como si una no se entendiera sin los otros. Casi de la nada aparece una abundancia inusitada en las estanterías de los supermercados que llega a cualquier rincón y nos sube la moral y las ganas de comprar, comer y beber como si no hubiese un mañana. Y a una, que le encanta la Navidad, le da por pensar si no será algo mucho tanto subidón navideño.

Ayer veía un corto de dibujos animados, La Navidad de Angela , en el que la protagonista, una niña de cinco años, se quedaba absolutamente maravillada ante una piruleta. De las rojas, redondas y pequeñas de toda la vida. Sin más artilugios. Su cara de fascinación era tal que apenas podía articular palabra, completamente encandilada por la golosina. Aquella especie de embrujo obedecía a lo escaso de aquella oportunidad, porque esa niña había comido muy pocas piruletas en su vida. Pero eso son cosas de antes. Hemos dejado a un lado la fascinación por lo sencillo y nos hemos tirado a la piscina de los excesos, donde es complicado que ya algo nos fascine por su simplicidad. Ahora todo tiene que ser innovador, transgresor, ‘pro’, vanguardista y con inteligencia artificial si puede ser.

La Navidad todavía huele a mandarinas, pero ese olor se mezcla ahora con el de los turrones con sabor a jamón, los roscones con mejorante y otras excentricidades que poco tienen que ver con hacerlo mejor y sí con poner en juego nuestra capacidad de asombro, cada vez más entrenada para no dejarse. Y así va llegando la Navidad, cada vez más ruruna. Y lo que nos queda por ver.

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