Diario de León

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La globalización del siglo XXI, sin ser la primera de la historia de la humanidad, nos ha hiperconectado virtualmente y el capital ha roto todas las fronteras. Del primer viaje a la Luna a internet, de los dirigibles a los vuelos charter y  low cost . Hemos pasado de explorar mundo a consumir viajes como antes comíamos pipas a la puerta de casa en las largas noches de verano mientras mirábamos las estrellas y tejíamos sueños ‘de cuando sea mayor’.

La globalización trajo consigo la deslocalización. Las empresas volaron con sus fábricas a los lugares más insospechados. El personal de Antibióticos fue enviado a China y a India para enseñar los métodos de fermentación de estos fármacos. Nos parecía una hazaña, pero estaban cerrando la fábrica bajo una cortina de humo.

El sector del transporte también se globalizó. La intrépida Alsa dio el salto de Luarca a China o Marrakesh. Luego se la zampó la National Express británica, que Margaret Thatcher habría privatizado. Con el AVE de Sevilla, en 1992, se inauguró una carrera imparable que tiene su punto de inflexión en noviembre de 2023 en la Variante de Pajares. La cordillera Cantábrica, perforada por la mayor obra de ingeniería civil de Europa después del eurotúnel, era atravesada el día 29 por un tren de viajeros de tan alta velocidad como rango, con el rey Felipe VI a la cabeza, como su tatarabuelo Alfonso XII, cuando se abrió la línea a Gijón con la rampa de Pajares, el 15 de agosto de 1884. Aquel fue un acto más aguerrido, sin duda. La ceremonia se celebró en Busdongo, a los pies del túnel de La Perruca. La idea de sacar el carbón de León y Asturias hacia Europa por San Esteban de Pravia alentó la magna obra. Ahora el tren pasa de largo por León, no para ni en La Robla y se lleva el agua los acuíferos de los pueblos leoneses de la montaña central a Asturias. Una obra tan magna como el desaguisado ambiental. El beneficio social del AVE se ofrece a costa de una España apagada, sin trenes ni autobuses. A voluntad de municipios heróicos, como Valderrey, que hacen malabares con una mini red de transporte local para comunicar a su vecindad.

Esta semana protestaban en Salamanca los estudiantes por falta de conexiones desde la capital universitaria. Desde León el único transporte público directo son los coches de línea Vivas, una empresa local, de Villamañán, pionera cuando en 1911 puso el primer servicio entre León y Benavente y que resiste a la globalización a duras penas. Sin billetes por internet, ni pago con tarjeta... Dando aún servicio a toda la franja sur de la provincia y parte de Zamora y Salamanca, territorios olvidados del viejo reino a los que más nos valdría arrimarnos. Agitar la economía desde lo local, con servicios que cubran las necesidades básicas, es resistirse a que nos apaguen del todo. Algo habría que hacer por todas las Vivas de León y su reino olvidado. Arrimarse. Reconectarse. No rendirse.

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