Diario de León

Antonio Manilla

Soy feo, pero leo

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Le preguntan a Loquillo por sus más íntimos miedos e inseguridades y responde que no comprende ese tipo de cuestiones, que él no es el líder de una banda Indie. El menos metrosexual de los músicos españoles, el gran Jorge Ilegal Martínez, que cincela lemas en cada una de sus declaraciones a la prensa, se autoafirma en su calvicie, a la vez que confirma que la mejor defensa es un ataque, con una frase que ya está impresa en ropa juvenil para carrozas: «Peinarse es de hijos de puta». Entrevistan al gran novelista del género negro James Ellroy sobre cosas que le complacen y dispara: «Me gusta la corrupción de antes, los coches viejos, las ropas femeninas de los 40 y 50. No juzgo».

De retales de interviú podrían hacerse libros antológicos, con afirmaciones de esas que merecerían grabarse en piedra o tirarse directamente a la papelera del escritorio, según el humor y el momento. Frases que no aparecerán nunca en los almanaques de mesa con que descontamos las fechas que le van quedando al año y a nosotros mismos, como si el día que empieza o se va lo hiciera con menos gravedad si lo adornamos con una reflexión o una sonrisa, aunque los atardeceres, que nunca mienten, son sangrientos y será por algo.

A uno siempre le han complacido las frases crudas, rotundas, con la fuerza de un aforismo y la contundencia de un anuncio publicitario, capaces de sacudir al menos por un instante la mente con un repulgo, si no de verdad, al menos de humor o pensamiento. Políticamente incorrectas o no, eso importa menos que su capacidad para convertirse en uno de esos lemas que merecen la breve inmortalidad de aparecer inscrito en una camiseta —aunque sea de fuerza—  o en un grafiti callejero. Ese tipo de frases.

Hace tiempo se me ocurrió una que incluso podría servir para una campaña de fomento de la lectura. Dado que durante la pandemia se leyó más que antes, como sostienen las encuestas y confirman los libreros, y parece que la tendencia se sostiene, quizá cabría rescatarla ahora con más razón que nunca, ya que hasta podría lucirse con cierto orgullo. Es la del título: «Soy feo, pero leo». Ya saldría alguien diciendo que el «pero» habría que cambiarlo por un «y encima», pero a nosotros, a los lectores, nos iba a dar igual.

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