Diario de León

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La figura de delegado es de vital importancia en el fútbol en general y más todavía en el fútbol base en particular. El delegado es esa persona que antes de arrancar un partido debe estar en las instalaciones más de una hora antes para recibir al árbitro y para entregarle las fichas o licencias federativas con una antelación mínima de 45 minutos al comienzo del encuentro. Y que a la conclusión del mismo debe acudir a la caseta del trencilla para dar veracidad o no del acta del juego tras la lectura de la misma. O esa persona que traslada el agua del vestuario al banquillo, o lleva el botiquín de un lado a otro. Es el ayudante directo del entrenador del equipo e incluso en multitud de ocasiones tiene que cumplir con otras responsabilidades humanas que van mucho más allá de lo deportivo que conlleva el mundo del fútbol.

El balompié regala muchos momentos gratificantes, pero también algunas situaciones complicadas en las que a veces hay que actuar y responder con mano izquierda. Para ello, ahí está siempre el buen delegado. Entiende que el trato debe ser siempre igual para todos, sin hacer distinciones o relaciones de favoritismo.

El fútbol leonés de cantera ha contado y cuenta con muy buenos delegados en cada uno de sus equipos, pero yo si tengo que elegir a uno me quedo con Gaspar García, o simplemente Gaspar, el verdadero rey mago de la Peña, porque además de cumplir con su cometido de delegado es casi un segundo padre o madre para los chavales. Los atiende, los mima y cuando tiene que reprenderlos lo hace, pero lo que más me llama la atención al observar sus movimientos es que regala cortesía y buen trato a los chicos con los que se rodea. Si es necesario se rasca el bolsillo para dar cobijo a todos bajo el lema de que ‘el equipo lo formamos todos, los que están hoy y los que se han quedado fuera’. Gaspar es el delegado que se centra en hacer un buen grupo.

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